Autor: arbolfest

  • Lo que imagino escriben mis alumnos

    • El salón donde trabajan mis alumnos tiene un muro de vidrio en una de las paredes y si volteamos, podemos ver a otros alumnos trabajar en su propia clase. La otra clase, en el mundo a través del espejo, la da un señor muy amable que un día se asomó para disculparse por algo, no entendí por qué, y yo le dije que no se preocupara, avergonzado por no entender su preocupación, nuestro probable conflicto.
    • En el salón al otro lado del espejo, están haciendo cuentas y gráficas de algún tipo mientras mis muchachos escriben historias en silencio. Uno de mis alumnos habla de sus mapaches y sus armas, y yo me conmuevo un poco y pienso que son tiempos interesantes.
    • Puedes mirar a través del vidrio, y descubres más salones, y más vidrios, donde otros alumnos interpretan fórmulas matemáticas o fórmulas genéticas. Somos espejimos muy raros de prácticas y de conocimiento que se multiplican al infinito.
    • Trato de transmitir mi propia ciencia: las historias y su impacto neurológico. Después hablo de la cultura y del peso de la cultura. Salto de las neuronas a lo abstracto y cruzo los dedos. A ver si entienden por qué amo los libros, y los juegos, y por qué creo que la imaginación es un templo, el verdadero dios del amor, ese que te recibirá aun cuando lo destruyas.
    • Los lectores y los jugadores tienen un punto en común: son capaces de apostar su vida por una historia que aman. El juego y las historias son tan piadosos, que ambos son mecanismos que te preparan para la muerte, y para la vida al aceptar tu muerte.
    • Otro alumno habla de las angustias del jugador: perderá al perro que al inicio será vital para sobrevivir y se enfrentará a unos caníbales. Pienso en Robert Rodríguez cuando lo escucho hablar.
    • Dar clases me gusta porque escucho estas historias y soy insanamente feliz; no tenemos por qué escuchar historias de viejos aburridos y cínicos, pero es un lugar de imaginación salvaje, sin filtros. A veces me pongo tan cursi que pienso debo protegerlo a toda costa, ojalá tuviera la paciencia y la energía, pero sé que no es así, sé que algún día, este cristal, también perderá su fulgor y no podré ver a través del vidrio.
    • Todos los juegos y todas las vidas son finitos. Habrá que ver dónde pongo mi código Konami.

  • Cosas para las que no me alcanza el dinero

    • Para comprar el tiempo, justo y necesario, que tomaría jugar toda mi biblioteca de videojuegos. Ni siquiera he terminado de agregar los 3,000 juegos de Steam a mi base de datos en Notion.
    • Sin embargo, empecé a jugar Mario Bros (versión All-Stars) porque me dio un ataque de nostalgia. Y ahora estoy atorado en el mundo 8. Y no sé cuando acabaré un juego que ya terminé alguna vez, cuando fui niño, y me siento un necio medio inútil pero ahí estoy, pressing start to continue.
    • Podría usar un montón de dinero y pagarle a unos filipinos para que completen mi base de datos de videojuegos.
    • No hay dinero que alcance para ser niño otra vez, o diez años más joven, y tener toda la energía, y el cuerpo completo, y los ojos sanos, y todo el cabello, y el asombro perpetuo, suficiente, para redescubrir la vida, y el movimiento contenido para andar despacio, sin súbitas e inútiles ganas de llorar cuando entiendes que estás vivo, que has llegado. ¿Qué dije?
    • Controles élite. Cuestan como 4 mil varitos. No entiendo por qué son élite, pero se antojan. ¿Durarán toda una vida? ¿Estarán diseñados para nunca tener drift? ¿Cómo lograron que un control de Xbox costara el 70% de la consola? ¿Tendrán un pro-gamer diminuto adentro en la carcasa que ayuda a mejorar todas tus jugadas?
    • Ir a un verdadero calabozo alemán para admirar, como tarado en un museo de cera, a todas mis rubber dolls preferidas (sí, el posesivo es una licencia). Instagram es un extraño laberinto de fetiches raros y así descubrí que las rubber dolls ya no se esconden de nadie, y ningún censor puede detenerlas porque no están desnudas, al contrario, es como si vistieran una segunda piel, y muchos se encogerán de hombros y solamente dirán: “qué raro”.
    • Por qué me gustan las rubber dolls. ¿Es algo temporal? ¿O este gusto peculiar se activó por uno de mis genes? En mi experiencia, mañana tendré otra fantasía, otra curiosidad, como si fuese un juego, a la cual dedicar mi pensamiento y mi tiempo, y el pasado será desactivado, y lo guardaré en una caja como si fuera un amuleto.
    • Mi mayor fantasía es pagar todas mis deudas. Pero eran las deudas o dejarse tragar por el cáncer. Chú, chú. Considero que mi primera y única deuda, diré que impagable, es con la vida.
    • Comprar una edición perrísima de En busca del tiempo perdido que alguna vez vi en Gandhi.
    • Todos los diseños de todas las cartas de tarot que están en mi wishlist de Amazon.
    • Los juguetes de MOTU que no compré a su debido tiempo. Creo que nunca veré a Man at Arms en menos de cuatro mil varos.
    • Pagarle a un arquitecto de Minecraft para que construya el mundo de mis sueños, un mundo maravilloso poblado de árboles y de laberintos, de libros que todavía no escribo, de arquitecturas hermosas pero terribles, llamativas pero invencibles.
    • También les pagaría a unos escritores místicos para que llenaran mi blog de entradas, y después de cuentos mis libros, y finalmente de historias chuscas, a veces puerquísimas, en todos mis diarios.
    • Para regresarle la juventud a mi Nico, y comencemos otra vez. Pero, bajo esa premisa, obligadamente la llevaría conmigo y atravesaríamos una puerta mágica que me permita ver al amor de mi vida, en sus primeros días, una vez más, y también vería el rostro de mi hermano sien un bebé, y los momentos risueños de mi familia antes de toda la sangre, además del peso que ha depositado el dios del tiempo sobre nuestros hombros.
    • Una supernintendo. La pizza. Y los 1990.

  • Cosas que quiero hacer y cosas que debo hacer

    • Pagar la luz.
    • Ir al DF para pedir el duplicado de bachillerato porque necesito redocumentar mi maldita vida.
    • Resistir el embate de las deudas.
    • (De milagro estás aquí, mae. Las deudas iban a suceder. Trata de ser menos severo contigo, un día a la vez, como cuando estabas en la silla, ¿recuerdas?).
    • Pasar mi libro de ensayos de videojuegos a Day One para continuarlo desde ahí.
    • Construir un árbol monumental en Minecraft.
    • Que me la succifixen tenecorosamente (!).
    • Construir muchos árboles en Minecraft.
    • Generar diversos motivos de decoración aleatorios para rellenar los espacios liminales que he construido en la mina de la melancolía.
    • Subir mis últimas dos reseñas de juegos. Steam me da likes y presencia. Mi validación gamer está completa. Soy ACTO III. Esta es mi última transformación.
    • Preparar mi siguiente libro de cuentos. Ya tengo algunos; lo pasaré a Day One.
    • Encargar las cintas a don Manitas para que mi colección de niñerías tenga un lugar decente.
    • Procurar las estructuras de poder a mi alrededor. Quíhubo.
    • Tener una vida plena (?).
    • Elegir los caminos de la destrucción. Siempre.
    • Aprender a escribir. Otra vez.
    • Alejarme del chismecito; es muy sabroso, pero puede ser letal. Cualquier libro de Agatha Christie explica esto.
    • «El rey león no es Hamlet». Me quedé pensando que debía decirles esto en mi clase de guionismo, pero al final no lo hice.
    • La clase de ASE fue muy gratificante, aunque me reservo mis pensamientos para mi querido diario.
    • En mi clase de narrativa de videojuegos todos están escribiendo. Me gusta mucho el sonido de sus teclados.
  • ¿El abandono me hizo libre?

    Esencialmente somos hijos, o hijas, y cargamos con la memoria de nuestros antepasados [empieza tu párrafo con una verdad brillante, mijo]. Se espera de nosotros una perpetuación de las historias, de los oficios y un performance de una memoria actualizada. Versiones mejoradas del pasado, además de la dignidad del apellido, quizás el nombre, y su propósito.

    Los padres nos conciben y ya tienen una vida imaginada para nosotros, un destino que debe cumplirse.

    O así imagino que debe sentirse tener un padre, una madre sobreprotectora y vigilante. Imagino que muy pocas veces, el padre te dejará en paz y confiará en tu destino, el camino sinuoso que te espera cuando rechazas la identidad preconcebida y deseas crear una propia; imagino que pocas veces, una madre tiene fe en el futuro y se abandonará en los juegos de incertidumbre que significa tener un hijo.

    Cuando pienso en mi vida, o uno de los prospectos imaginados de mi vida, pienso en este muro iluminado por luces neón que tiene grafiteado un estridente NO FUTURE, muy a la cyberpunk. Quién diría que esa podía ser la mejor de las suertes.

    Al tomar la decisión de no tener hijos (primero fue una decisión biológica, cuando me dijeron podía olvidarme de esa parte de mi vida, pero también de consciencia), libero por anticipado a unos hijos translúcidos y fantasmagóricos de este show que algunos podrían clasificar de ser muy perverso. Nada más de pensar que un chamaco no duerme pensando estas cosas, igual que yo, me da algo de escalofríos.

    [Pero soy feliz cuando me visitan mis sobrinos, y los miro usar TNT en Minecraft para hacer un agujero al otro lado del mundo o alimentan a los gatos para gritar eufóricos de emoción porque, oh sorpresa, el alimento y el cuidado hace que los animales se multipliquen y tengan hijitos para iniciar el círculo vicioso mencionado ya arriba, y es muy gracioso cuando los sobrinos quieren enseñarme cosas como si yo no supiera nada, como si fuera esa hoja de papel que está en su justo punto: “no sabe mucho de la vida, qué va a saber este señor de esas cosas de los chavos, pero tampoco se ve tan maleado ni terriblemente aburrido, o apático, y creo que puede escucharnos todo el día”. Su manera de verme es fascinante.]

    La otra vez pregunté por mi abuelo paterno a alguien que me podía contarme cosas de él. Tal vez me dijo mentiras, tal vez me dijo toda la verdad. Quería saber exactamente quién era ese hombre y quedé satisfecho con la historia que me contaron. Me corrigieron una sospecha o un rumor. Yo tenía miedo de que fuera un nazi, y mucho tiempo creí eso, y en algún lado de mi cabeza tenía planeado un arco de redención para el nombre. Pero no, August Fest era un cobarde y no quería vestir un uniforme, o usar un arma, o matar gente; era un hombre que amaba profundamente la vida (así lo describí una vez, y todavía lo creo, me agrada más esa variante de la historia).

    Imagínate escribir eso en tu epitafio, imagínate tener que cargar con eso en tus hombros.

    Me dijeron que le gustaban las películas y que, antes de que la Segunda Guerra Mundial acabara con su sueño, era un doble de cine mudo. Charlatanes, imaginarios, fantasmas; eso somos. Me conmoví profundamente y esa noche, y aún hoy, la tarde que escribo esto, he pensado mucho en ese señor y su largo viaje para huir de una pesadilla. Lo imaginé tropezando infinitamente en escenarios como de ensueño, y haciendo piruetas entre círculos de fuego, y subido a una cuerda como Tarzan, y corriendo incesantemente por las vías de un tren mientras huía de las bestias de metal de Hitler.

    Mi libertad es que finalmente puedo inventar al abuelo como yo quiera y, quizás, si él es un eco que está grabado en el mundo, la película de Morel en mi isla particular, una de las tantas murmuraciones de la tierra, quiero pensar que él, a su vez, me ha soñado en una de estas películas de blanco y negro, haciendo unas caras brutales, un show divino, un espléndido homenaje a Chaplin que qué bruto.

  • La búsqueda del tonto

    Carta 0

    Una inocencia salvaje lo protege contra la furia del mundo.

    Anoté eso por ahí cuando buscaba el significado del tonto. The Foolish Man. The fool daddy’o cool. No estoy seguro si lo leí en otro lado, quizás un manual de cartas. Pero la idea, supongo, es andar en esta tierra como si fueras un tonto. La ignorancia es felicidad.

    (Cosa difícil porque una vez la vida te empuja a experimentar la furia, la sangre y la mortalidad, empiezas a creer que sabes muchas cosas, esto puede convertirse en LA VERDAD, y vives con el error de que tu sufrimiento y el dolor es lo mismo que el conocimiento).

    Quizás, por ello, Quijote es el tonto más grande del mundo. Su locura lo empuja a ser el vagabundo perfecto y aún cuando lo apalean mil veces, se levanta de nuevo para buscar aventuras. Un tanto paradójico porque ha leído muchos libros, pero su misma locura no le permite abandonar su conocimiento, un espejismo definitivo.

    (Perdón, el Quijote me obsesionará siempre).

    Cuando pienso en mi viejita de orejas grandes (sí, hablo de la Nico), creo también que es la tonta perfecta, the maximum clown, la payasa del cosmos. Cuando le digo que es hora del paseo, se entusiasma (sí, sé que es pavloviano el asunto, pero…), da vueltas y aunque sabe, o yo creo que sabe, que será el recorrido de siempre, ella no le da importancia a la rutina, a la repetición definitiva de los días (encuentras el consuelo en el tiempo contenido). Nico confía en su dios de los tontos y de los perros; aunque sea el mismo lugar, su nariz recogerá nueva información; el mismo paseo pero es un nuevo día; la invención de su propio laberinto de tesoros y monstruos.

    Quizás esto explica porque al tonto suele acompañarlo un perro en la ilustración de la carta. Seré como un perro tonto. Haré el esfuerzo (¿dónde firmo?), aunque a veces me gana la melancolía, el pasado, la enfermedad, los anuncios de mil muertes y los cansancios.

  • Siempre se trata del juego

    Mi corazón tiene algunos años que rechaza todo lo que no tiene rastros de juego, de diversión o de placer.

    Por ejemplo, cuando un libro, un cuento o un videojuego tratan de una obsesión muy egoísta —Narciso revelado—, cuando la historia se fundamenta en la tristeza, la violencia o la paranoia, prefiero arrojarlo al fuego (¡quémense, libros adustos!); no quiero decir que las rechazo todas (aunque casi siempre), pero incluso estas historias pueden tener rastros de incertidumbre (un misterio a resolver, un lenguaje que nos revela cosas), y la incertidumbre es el enigma, y si hay un enigma que empuja a una búsqueda (de respuestas) o la interpretación, disfrazarnos de otro (otredad), entonces está chido.

    El párrafo anterior es un juego para justificar mis decisiones. Cada vez leo menos porque estoy muy cansado de los fárragos (como este que me estoy aventando). Los primeros juegos vienen en el lenguaje, la palabra, la discusión, la retórica, los sofistas (Huizinga). Quiero decir que ya no leo porque he leído mucho, y quiero descansar de ser un señor que lee mucho. Quizás podría morirme antes de tomar un libro de nuevo y cuando me encuentre con el diablo, y me muestre su biblioteca infinita, haré un esfuerzo muy grande para no dejarme ir.

    Estos días recientes, quizás por el contacto con la universidad, quizás por mis lecturas y la adicción al Minecraft, he tenido la idea de que debería escribir como si estuviera jugando; olvidarme de interpretar otro papel, quizás uno más serio. Y para poder regresar al estado del juego, pues debo reescribir lo que ya escribí alguna vez. El regreso codiciado a la escritura del niño, por ejemplo, cuando el niño se hace preguntas, y se responde solo, y se ríe como loquito, y nosotros envidiamos esa iluminación divina.

    Una cosa más anotada a mi lista de buenos deseos.

  • Escritura de libros en mundos virtuales

    Empecé un mundo en Minecraft (seed: Cholula) sabiendo que iba a entrar a un vicio poderoso. No soy ajeno a este tipo de juegos: alguna vez jugué Terraria, No Man’s Sky pero también se parece a otros simuladores de recolección que son sumamente satisfactorios (Animal Crossing, por ejemplo). Doy una materia sobre narrativa de videojuegos y, a lo largo de los semestres, cada vez que regreso al tema de Minecraft (y al tema del mundo abierto en general), veo que se acerca mucho a lo que Borges consideraba el laberinto más terrible, quizás el laberinto perfecto: el desierto creado por dios.

    En un desierto depositas a cualquier hombre y no tardará en darse cuenta que los caminos de la arena son infinitos. Igual sucede con Minecraft: si tienes un equipo lo suficientemente poderoso (no, aún no existe), el mundo y sus distintas variantes podría seguir generándose hasta el infinito.

    Minecraft es un mundo procedural (otra palabra fea para hablar de cómo el mundo se construye frente a ti, continuamente, a través de algoritmos, más o menos igual a la realidad que percibes). No existe hasta que lo miras, hasta que lo manipulas; un niño se tapa los ojos y cree que ha desaparecido todo a su alrededor, la existencia del niño-jugador como el centro del universo (y, quizás, por eso es tan poderosa la teoría de la simulación: nosotros somos el propósito de los datos que convergen, que se están midiendo, que continuamente están siendo estudiados por una entidad superior).

    Continuamente siento placer (¿el shot de dopamina?) cuando recorro mi pequeño mundo y veo que se erigen las montañas, los icebergs, los edificios. Minecraft me colocó en una isla en medio de una tundra. A donde mire veo un azul casi infinito, el mundo hostil del frío y la dulzura de los ositos polares. Me recuerda una de mis jovencísimas (y curiosamente emocionantes) lecturas: La prisión blanca de Alfred Lansig. Pero a diferencia de aquellos valientes marineros, soy un explorador en la seguridad de su simulación y la física es tan sencilla que casi siempre puedo manipularla a mi favor: tengo manos para romper los elementos más básicos y construir mis primeras herramientas, mis primeras comidas, mi primer fuego.

    El otro día, mientras Gaby (la moderadora estrella de mi canal de Twitch, donde juego todas las noches) me acompañaba en streaming, dios simulación me recompensó con un barco encallado adentro de una isla de hielo. Me sentí un gran explorador.

    Una de las cosas que descubrí es que puedes escribir libros. Tienen algunas limitantes medio extrañas: 256 caracteres por página, no más de 50 páginas. Basta para escribir algunas microficciones; la fluidez del documento apenas permite entrar en sintonía para escribir una novela. Quizás, para conseguir algo así, habría que fragmentar la cabeza de maneras curiosas: seguir una estructura laberíntica, como el mismo juego invita a hacerlo a través de sus materiales, sus edificios cuadrados, casi como Cortázar escribió la Rayuela en servilletas. Pero además necesitarías el apoyo continuo del entorno, modificarlo para ayudarte a contar una historia.

    Ya sabía de la existencia de los libros dentro de Minecraft, pero ignoraba la mecánica y sus características (cómo escribirlos, cómo firmarlos, cómo leerlos). Uno de mis temas preferidos (cuando menciono Minecraft), es la biblioteca sin censura. Puedes bajar este mundo y navegar los pasillos de esta biblioteca, y leer algunos libros censurados. Qué fabuloso eso: crear un mundo para perpetuar y mantener vivo el conocimiento, una cultura que no esté tocada por la política, por señores de gabardina y mirada adusta.

    Paradójicamente, los realms de Minecraft (y los libros contenidos en ello) tienen, al menos, dos niveles de censura. Si un diccionario online no detecta tus guarradas, algún diccionario interno lo hará. Supongo que es de esperarse porque el juego está hecho principalmente para niños (no para señores que simulan escribir, pero…). Si escribes groserías en uno o más idiomas, el libro lo convierte en gatos o asteriscos. Un “chingada madre” se desaparece como letras en la arena. Para evitar algún nivel de censura, tienes qué abandonar los aspectos online del juego, crear mundos que sean genuinamente solitarios. Yo estoy tratando de adaptarme a ella. Algunas veces escribo deliberadamente para que mis libros se vean borrados, tachado en negros, y sentir los efectos de una voz que se quiebra, una voz que pierde conceptos por culpa de la metafísica del mundo simulado.

    La escritura de libros en Minecraft me ha revelado un extraño estado mental: pienso en la construcción del mundo y también pienso en la construcción del libro. Escribo (trato de escribir con la simpleza que hago agujeros), y sigo adelante con ello porque si me detengo a pensar en la estructura, en las categorías o en explicar lo que está sucediendo, entonces quizás nunca ocurra o será más difícil de llevarlo a cabo. Hay otros creadores que ya tienen una generosa práctica de crear estas fantasías escapistas: construyen el mundo fantástico con los bloques, y también construyen el mito, el contexto, el microcosmos del juego (o, como lo llaman hoy, esa enfadosísima palabra: el lore) a través de la palabra. Yo estoy luchando para crear una especie de autoficción en este mundo virtual, un mundo de sonidos y de criaturas, de pequeñas eventualidades.

    De las primeras cosas que hice en mi isla, ya que me sentí más o menos seguro en ella, fue trasladar algunos de los espacios de mi infancia y mi realidad. Traté de hacer mi casa, a ojo de buen cubero, y me di cuenta del producto aburrido y limitado: mi casa en la real Cholula es hermosa, pero en el espacio virtual se siente retorcida, extraña. Bien pude aprovechar para crear un espacio más grande, generoso y, por qué no, de una arquitectura fantástica pero no lo hice en su momento, y me prometí hacerlo en un futuro: reconstruir mi casa en una segunda versión, con nuevos pasillos y techos distintos.

    Mi siguiente proyecto fue trasladar un departamento en el que vivía cuando fui niño y quebré el espacio de mi memoria para reconstruirlo en una virtualidad abierta, más libre. Aunque el resultado me complace, también me hace pensar en la facilidad con que quebramos la memoria, reescribimos los recuerdos. Igual que los niños tratan de dar una explicación a los monstruos de este mundo (a través de los creepy pastas y de fantasías urbanas), he terminado por darme explicaciones de por qué no puedo ser veraz o metódico al momento de trasladar estas estructuras, y por qué debo darme cierta licencia poética / binaria al hacerlo. Y eso, también, se refleja en los libros cuando empiezo a combinar múltiples ficciones, las ficciones que nos construyen y nos mantienen vivos.

    La siguiente semana subiré una copia de este mundo al blog y reabriré un Patreon (el cual, por el momento, pretendía ser un taller pero tuve qué dejar en pausa porque empecé a dar clases), para quienes estén interesados en descargar la construcción continua y más reciente de esta ficción. También empezaré a compartir habitualmente mi servidor de Discord donde subiré algunos screenshots y, eventualmente, versiones del mundo. Quizás será un lugar alterno donde se pueden discutir, quizás, ideas de lo que está ocurriendo en la Cholula simulada. Tengo planeados algunos laberinto y misterios. Mi idea es liberarlo semanalmente, en Patreon lo liberaré mucho más rápido además de proponer algunas ideas, aunque la meta es que pueda ser atestiguado por casi todos. Me gusta porque es como escribir literatura de folletín, pero también construir el espacio donde solamente puede existir esta literatura de folletín, es un trabajo de escritura pero también de juego y de ocio; trabajo de construcción y de talacha.

    Descubrí los códigos para convertir las palabras de tu libro en un mensaje salvaje, aleatorio. Eso crea una sensación de inseguridad, como si estuvieras hablando con un dios que estuvo dormido durante mucho tiempo, como si empezaras a encontrarle sentido al ruido blanco. Da miedo, así como otro puñado de detalles sutiles dentro del mismo Minecraft provocan inquietud: los ojos de un Enderman, la noche que siempre libera a los monstruos, los ruidos en las minas y las cavernas, la configuración abrumadora de los otros mundos. Todas estas apariciones que en conjunto encienden los fuegos de la imaginación, y de los pequeños miedos, como si alguno de nuestros viejos contara mal las historias pero de todos modos nos dieran mucho miedo. En ese tipo de mundo me gustaría vivir: uno donde, a pesar tengas el control, jamás dejan de suceder historias.