Historia del fracasado caballero lechuza
Qué tan obsesionado estoy con Phantom Brave. Bueno, deja intento explicarlo. Marona invoca un fantasma en su isla, es un monje de los calabozos. El monje de los calabozos se llama Gary, y tiene un título: fracasado. El fracasado Gary. Marona, la muchacha de 13 años con poderes de médium, destierra al monje para quedarse con su título. Voy con el monje de calabozos, el oficial, el mero chingón, Carrillo. Marona empieza a rolear los calabozos porque siempre son al azar. Nivel de monstruos, 150, roleo. Se prohibe entrar con armas, roleo. Laberinto pequeño, roleo. Hay qué encontrar uno que funcione: 56 para el nivel de monstruos, se permiten armas, laberinto mediano, objetos variables. Ese no suena nada mal. Marona paga un varito a Carrillo, unos 100 bor, para que nos entregue el mapa hacia el calabozo. Marona le paga otro varito al titulista, una especie de notario que cambia los títulos de las personas, los objetos y los calabozos. Así lo convertimos en el calabozo de los fracasados. Marona lo visita junto con sus cuatro mercaderes: Animus, Tantriste, Emily y Rena. En el primer piso, Marona confina a las mercaderes sobre los objetos más valiosos: una espada sagrada, un árbol profano, un girasol y una enciclopedia. Todos los objetos tienen energía llamada maná, el maná puede utilizarse para mejorar las habilidades de tus fantasmas. Como los japoneses adoran los chascarrillos, los objetos también tienen títulos. En un calabozo de fracasados puedes encontrar libros eróticos, espadas cool, cactos deseables, hierbas oníricas y bastones sensuales. Poltergeist digital, literatura aleatoria a través de las mecánicas de juego. Las mercaderes toman forma corpórea cuando los confinas a los objetos y las mercaderes son especialmente hábiles para llevarse los objetos poseídos. Marona las manda a pelear contra los monstruos del calabozo: un fracasado fenrir, un fracasado cerberus, una fracasada arquera, un fracasado caballero lechuza. Dos de mis mercaderes tienen hachas, una de ellas tiene un carrito de minas y la otra un barril. Me parece muy chistoso cuando Tantriste levanta su barril para darle unos sopetones al caballero lechuza, se llama Lenny, y reitero: es un caballero lechuza fracasado. Todos los monstruos fracasados no son muy fuertes, pero son de niveles altísimos y se acumula la experiencia. Rena no tarda en alcanzar el nivel 76. Me toma una hora, o dos. Hago cálculos mientras acumulo maná. ¿Cuánto maná necesito para ser el mejor, mejor que nadie más?

Elon Musk vs. Donald Trump
Elon Musk aparece con un moretón en el ojo. Elon Musk deja de trabajar para el gobierno gringo. Elon Musk tuitea que Trump está mencionado en los archivos del millonario siniestro aquel, ese que apareció muerto en su celda. Trump le responde como es costumbre: con alguna taradez. El hombre es un tarado poderosísimo. Empiezan las especulaciones, nada está comprobado, el sueño americano saca un fajo de dólares para empezar las apuestas. Mi esposa y yo platicamos en el auto: “¿y si fue Trump quien mandó a matar al millonario?”. Es una posibilidad, pero el cinismo del mundo me pone a pensar otra cosa. “Fíjate qué”, le digo, “Trump no tiene por qué recurrir a eso. Si acaso la maldad ocurrió porque así lo quiso, no para salvarse. El sistema lo ha protegido hasta ahora. Tiene un listado de cosas horribles que ha hecho y el sistema político, legal y social americano no lo ha detenido. Eso solamente nos dice que Trump está haciendo bien las cosas y seguirá siendo protegido por su sistema. Eso también es una enseñanza para la gente. Si alguien lo mandó a matar, me inclino a suponer que lo hizo una persona que necesita al sistema moral de su lado, alguien que sí sería castigado por descubrirse parte de esa red de inmundicia. Alguien que se ve bueno, o puro. Puede ser un líder religioso, o un líder de opinión, uno de esos que depende de la caridad, o de la opinión favorable de la gente”. Pero en eso queda la conversación. Nuevamente resta pensar cómo los sistemas políticos no funcionan. Gente horrible está en el poder mientras uno busca un poco de tranquilidad, mientras uno trata de entender su posición en el mundo y tiene qué luchar contra el desasosiego, la ignorancia, la indiferencia, un corazón lacónico.

Humanidad
Dijo David Lynch: “El día de hoy espero lo mejor para todos nosotros, para los seres humanos, en todas partes”. Hablando de seres humanos, unos ingenieros de Apple, ingenieros de verdad, hicieron más estudios sobre la inteligencia artificial y comprobaron que no razonan, solamente memorizan y repiten patrones complejos. Resuelven problemas matemáticos porque tienen en su memoria cómo la gente los ha resuelto antes, construyen proteínas nuevas que son benéficas para la gente porque pueden hacer cálculos complejísimos en semanas, en horas. Eso es algo que ya sabíamos. Cuando Claude amenaza con que va a revelar a su empleador como un infiel si lo desinstala, borra y actualiza, en realidad está repitiendo patrones humanos que garantizan estará de migajero unos añitos más en la empresa. Mientras otros guajolotes de la inteligencia artificial se la pasan cacareando que AGI, y la singularidad, se lograrán en 3-5 años; Apple ha comprobado con sus datos que estamos muy lejos de ello. Por más que tunearon estos modelos de “razonamiento”, no consiguen mover el monito cilindrero para dar humanidad a sus respuestas. La IA sigue tan tarada como siempre. Por eso, insisto, la inteligencia artificial debe tratarse como lo que es: una ilusión de compañía, ese colega imaginario que nos echa porras, ese compañero de trabajo incómodo que no está ahí por méritos, sino por chuparle las medias al jefe (perdón, hace mucho no utilizaba esta expresión). Es decir, la amable sugerencia de esta época es seguir tratando a la inteligencia artificial como este vecino incómodo que las corporaciones han instalado obligadamente. No se van a detener, están convencidas de que es el próximo paso evolutivo, ya que tan agradablemente nos las proporcionan, podemos ignorarlas o utilizarlas para el ocio más humano: hacer un calendario de recetas, preguntarle sobre algunas películas y series, pedirle que escriba cuentos chafas, que nos sugiera una rutina de ejercicio o que haga imágenes en estilo ghibli para ponerles diálogos y pretender que son memes.