Desde la pandemia, y algunos años más atrás, que no veía a mi madre.
Vino para cenar con nosotros este 2023.
Cuando nos sentamos a platicar, me contó que mi abuelo, Narayanath Salazar, cuando le daban sus páginas en el Universal, las llenaba de predicciones.
Además de periodista, escritor y caricaturista, también era tarotista y astrólogo, el señor estaba medio loquito (suponiendo que está muerto, y que ya se lo comieron los gusanos).
Quizás por eso, tres generaciones después, me sentí atraído al tarot como un método para contar historias y para conocer mejor a la gente.
La locura es un rasgo generacional.
(Mi madre leyó mis cartas. No dijo nada que no sospechara pero, como siempre, lo más interesante es lo que no dijo pero que pudiste ver ahí. Cuando quieres —trucazo—, las cartas construyen una historia de vida, el caleidoscopio divino que te hacía falta para tomar una buena, o una terrible, decisión).
[Una de mis reglas: yo no leo mis propias cartas, o mi propia suerte. Hago lo del tarot como un servicio a otros, una manera de contarles una cosa. Así como los brujos loquitos de Jujutsu Kaisen hacen pactos y rituales, yo hice el mío. Técnica ritual: no debo leer mis propias cartas o me encontraré rostro a rostro con un destino, ayayay].
(Así como alguna vez desee que mi vida debía terminar con un cigarrillo, igual que un soldado en trinchera, quiero añadir otro truco: leer mi suerte en mis últimos días. Anoto esto como el sueño de muerte de un jugador porque, ahora que estoy muy vivo, nuevamente, sueño que planeo mi muerte, y que será tan dulce como lo imaginaba).
[Parece que me quedé callado, no sé que me puse a pensar].
Como al abuelo le daban su espacio en El Universal, una de sus predicciones habituales era que por fin aparecería un OVNI sobrevolando el Ángel de la Independencia.
México país de extraterrestres, no es algo que se fraguó recién, pero que tiene décadas gestándose.

Me quedé pensando en ello, y luego me metí a bañar y con las gotitas golpeando mi cabeza, seguí pensando un poco más.
¿Cómo subió a ese tren de pensamiento? Entonces imaginé al señor, caminando sobre Reforma, acomodándose el sombrero (que, me da ternura pensarlo, probablemente le vendió el abuelo de mi esposa) o acariciándose la barba, y mirando al Ángel, y luego mirando al cielo, y luego mirando alguno de esos globos aerostáticos mientras pensaba con qué demonios cerrar su chascarrillo.
Mi imaginación, en el pueblo que vivo, no me lleva muy lejos, pero me da lo suficiente: si quiero una predicción, quizás, va de la mano con el Popo, y si no es una nave extraterrestre que aterriza adentro de la lava ardiente, será el despertar de un dios dormido.
Aquí me pongo mi sombrero de Nostradamus para dar una fecha más o menos arbitraria, visualizo unos números a través de la neblina mística: 16 de julio.
Algo pasará ese día. Si sí, bueno, me cuentan. Si no, aprovecho esta predicción para retirarme como predictólogo.
Si me leíste hasta acá, te deseo un lindo 2024. Como dije a mis amigos, rompan cosas, diviértanse y que el peso sobre sus hombros sea tan liviano como pueda ser (o que estén lo suficientemente mamados para quitarse los animales muertos).
