
Una inocencia salvaje lo protege contra la furia del mundo.
Anoté eso por ahí cuando buscaba el significado del tonto. The Foolish Man. The fool daddy’o cool. No estoy seguro si lo leí en otro lado, quizás un manual de cartas. Pero la idea, supongo, es andar en esta tierra como si fueras un tonto. La ignorancia es felicidad.
(Cosa difícil porque una vez la vida te empuja a experimentar la furia, la sangre y la mortalidad, empiezas a creer que sabes muchas cosas, esto puede convertirse en LA VERDAD, y vives con el error de que tu sufrimiento y el dolor es lo mismo que el conocimiento).
Quizás, por ello, Quijote es el tonto más grande del mundo. Su locura lo empuja a ser el vagabundo perfecto y aún cuando lo apalean mil veces, se levanta de nuevo para buscar aventuras. Un tanto paradójico porque ha leído muchos libros, pero su misma locura no le permite abandonar su conocimiento, un espejismo definitivo.
(Perdón, el Quijote me obsesionará siempre).
Cuando pienso en mi viejita de orejas grandes (sí, hablo de la Nico), creo también que es la tonta perfecta, the maximum clown, la payasa del cosmos. Cuando le digo que es hora del paseo, se entusiasma (sí, sé que es pavloviano el asunto, pero…), da vueltas y aunque sabe, o yo creo que sabe, que será el recorrido de siempre, ella no le da importancia a la rutina, a la repetición definitiva de los días (encuentras el consuelo en el tiempo contenido). Nico confía en su dios de los tontos y de los perros; aunque sea el mismo lugar, su nariz recogerá nueva información; el mismo paseo pero es un nuevo día; la invención de su propio laberinto de tesoros y monstruos.
Quizás esto explica porque al tonto suele acompañarlo un perro en la ilustración de la carta. Seré como un perro tonto. Haré el esfuerzo (¿dónde firmo?), aunque a veces me gana la melancolía, el pasado, la enfermedad, los anuncios de mil muertes y los cansancios.