Joker

El fin de semana me hice un licuado de plátano con chocolate, igual, como mi abuela me los hacía para desayunar. Y tan pronto di el primer sorbo, como una maldición proustiana, me puse a recordar.

Recordé una sucesión de licuados de plátano con chocolate, uno tras otro, aquel de 1989, otro en 1992, uno más en 1994 y todos los de 1996 porque cada uno de ellos fue particularmente memorable.

Quiero hacer una desviación para contar unas cosas de 1989: me compraron mis primeros tenis PANAM en una tienda Canadá, vi Batman en el cine y me pareció espléndida, me compraron el comic en inglés y lo traduje con diccionario, y me enseñé a leerlo. Entre los cuadros que más recuerdo, son las mujeres que respiraron el SMILEX y murieron con una sonrisa. Quizás, por eso, le pedí amablemente a Midjourney que fabricara este sueño.

Hace unos días, mientras platicaba con alguno de mis alumnos, le dije que los señores nos hacemos rancios y lloramos fácilmente por cualquier cosa.

Recordé a Residente, Calle 13, y puse dos canciones; del disidente musical que cantaba eso de “atrévete, súbete la minifalda”, a un midforties dude que canta: “puede que la tristeza la disimule pero estoy hecho de arroz con gandule.

Qué es eso de arroz con gandule. No lo sé muy bien, pero sí me suena a comida triste, apishcaguada; algo lamentable. Cada vez que se lo escucho a Residente, siento que lo quiero abrazar y decirle: hey, hey, no eres el único señor rancio que se pone estúpido y cursi.

El destino de todo reguetonero es cantar para sus hijos.

Estoy hecho de leche, plátano y chocolate. No creo que esté triste o melancólico, pero nostálgico. Me parece importante notar la diferencia, aunque sirve de poco.

Este, a diferencia de los anteriores, es un ejercicio de escritura sencilla. Quizás es honesta, aunque me guardo algunos detalles desnudos, de una felicidad inconfesable. Es cierto que navego continuamente en la nostalgia, a veces caigo en la tristeza y siento cómo el corazón se me rompe un poco, pero también soy prisionero de una felicidad animal.

El problema de este ejercicio es que no cuenta nada, pero está bien, supongo que no todo el tiempo deben de contarse cosas. Algunas veces, solo vale quedarse en silencio, prender un cigarrillo imaginario y ver a la luna por la ventana.

A ver si mañana me compro unos plátanos.