Muchacha

La muchacha, extrañamente, despierta de un sueño y se descubre en un vasto campo de flores: dientes de león, girasoles y tulipanes. Curioso, piensa, pero no sabe exactamente por qué. Trata de no darle importancia porque sabe que es una pintura, también reconoce que su existencia anterior fue determinada fallida. Toma una flor, toma dos flores, una de sus manos tiene detalles. Le sobran dos dedos. La mano está deforme. De inmediato se da cuenta y antes de que ella pueda gritar

La muchacha despierta bajo la sombra de un olmo. Está inquieta, el aroma de las flores apenas puede tranquilizarla. Sabe que es una pintura, sospecha que tuvo una existencia anterior; surge un presentimiento de que esta será la última variante. Nadie la obligará a colocarse de nuevo, a reinventarse como este pastiche de artistas verdaderos. Se equivoca pero todavía no lo sabe. Se recarga contra el árbol pero hay un error de perspectiva, dos sensaciones muy raras: tiene un codo en el tronco y tiene uno en el aire, cuando se percata que tiene dos brazos derechos, abre los ojos y casi

La muchacha despierta porque una mariposa se posó brevemente en su nariz. Desconfía del animal pero no sabe que su desconfianza es por todas sus resurrecciones. Mira los patrones de sus alas, cuenta sus patas, pero no sabe exactamente qué errores está buscando. Un diente de león, del tamaño de su cara, parece mirarla a los ojos. ¿Tiene ojos? No es raro, quiere decirse, ella es parte de una pintura, debe haber subjetividad, visión artística. Contempla estos términos muy complejos que hacen mal el trabajo de tranquilizarla. De pronto, ella se dice que no es un grotesco sueño que muere y revive, muere y revive; no es este grotesco sueño que desaparece con un click para repetirse con ligeros cambios. Cierra los ojos. Toma aire. No sabe cuántas veces más reaparecerá aquí pero de pronto siente que han sido más de veinte, más de cincuenta. Tal vez han sido millones. Quiere gritar pero se queda suspendida. Y no puede más, alguien se lo impide. En mucho, mucho tiempo, nadie reiniciará el sueño. Quien la diseñó buscaba esto: su imagen suspendida en una angustia silenciosa. La perpetuidad de la locura. Justo descubre que le sobra un dedo, espera que alguien se dé cuenta.