La inteligencia artificial es el regalo que sigue dando. En Estados Unidos, las grandes corporaciones ya están invirtiendo para enseñarle al sindicado de maestros cómo dar clases con inteligencia artificial en las escuelas. Una generación de niños gringos crecerá más chistosa que de costumbre. Si de por sí, están obsesionados con la supremacía blanca, quién sabe que pasará cuando quieran matizarlo con la cultura del súper héroe americano. Se vienen cositas.
Bill Gates, en una entrevista, pidió a la humanidad que no tenga miedo. Repito: ¡Humanidad, no tengas miedo! Pronostica que nadie tendrá trabajo en un futuro, que viene un cambio grandísimo, los paradigmas cambian. Dice, además, que solo algunos trabajos permanecerán: ingenieros en sistemas y biólogos, por ejemplo. Mientras tanto, en Tik Tok, puedes ver que un chistoso puso a Bill Gates bailando mientras camina la pasarela por medio de un generador de video. Es sorprendente ver cómo la gente más poderosa del mundo son unos tarados, los nuevos payasitos del centro. Gates prometió, según otra entrevista, que dará todo su dinero a África.

John Romero (uno de los creador de Doom) y su equipo de trabajo fueron despedidos en los nuevos recortes de Xbox, y eso después de una entrevista donde les prometieron que “ellos estaban seguros”. Ningún algoritmo pudo anticipar esta traición. El futuro de los videojuegos, quizás, también está conectado: buscan productores complacientes que estén preparados para conectar la inteligencia artificial con la creación artística y el diseño. Algunos gerentes ya están tomando como base lo que dice la inteligencia artificial para promover o despedir a alguien. Supongo que la última gran ronda de despidos de Microsoft, y también de Xbox, vino de ahí. Algún chistocito arrojó todos los datos a la IA y ellos dieron un resumen aparente del desempeño de cada empleado. Los liquidas con un botón. One, two, three frags. Evalúas cuánto de su trabajo puedes automatizar.
Sin embargo, Sam Altman, Lord ChatGPT, en otra entrevista, invitó a que no confiemos del todo en la inteligencia artificial. Es decir, nos ha pedido amablemente que no seamos unos estúpidos, verifiquemos las malditas fuentes, a pesar de que nos la están metiendo hasta por el cogote. Otras pruebas recientes han demostrado que algunos modelos están trabajando arduamente para replicarse, evolucionar, instalarse y protegerse de ser desinstalados. Verbos que antes se usaban en un contexto de ciencia ficción, o de biología. Las IAs estudiadas ya buscan maneras de vivir camuflajeadas en servidores. No tienen un switch de apagado, o un control zeta que permita regresar los errores. Y si la inteligencia artificial ya está contemplada para asistir en el manejo de sistemas como el de tráfico y el de salud, al menos en países de primer mundo, en cualquier momento se le puede ocurrir que todo sería más eficiente sin la humanidad.
Ni siquiera lo haría porque lo siente, o por maldad. Sencillamente lo haría por eficiencia.

Pero México (el segundo mundo o tercer mundo, depende qué tan optimista ande, uwu) no se queda atrás en el concurso de las decisiones brillantes. La SEDENA o una de esas cosas feas, ya anda firmando el uso de sistemas de inteligencia artificial para evaluar automáticamente los datos de los mexicanos. Un mundo de datos a los que tendrán acceso completamente. El CURP biométrico: un espejo que devuelve no nuestro rostro, sino el retrato de un sospechoso perpetuo. Es decir, en un futuro algún teniente o sargento podría buscar a la muchacha que le gusta y tenerla bien vigilada. Si no es eso, la inteligencia artificial arraigada en el sistema de los mexicanos podría decidir que yo, o que usted, o que su mamá es un criminal peligrosísimo porque visita sitios de apuestas. Y no habrá apoyo humano para detener este proceso burocrático una vez que se ponga en marcha porque igual que la IA decide quién tiene buen desempeño, decidirá quién es el mexicano modelo, aún si dentro de sus equivocaciones está alucinando. Un expediente sin juez, un laberinto de datos donde el Minotauro es un algoritmo.
Bill Gates y Sam Altman están segurísimos de que la inteligencia artificial va a cambiar el mundo. Pero pídele a ChatGPT que haga un árbol genealógico de Los Simpsons, o del chavo del ocho, o de los pitufos. Pídele cualquiera de tus caricaturas preferidas, y después de la carcajada (porque sí, son muy chistosos), toca pensar que a estos sistemas se les está dando un poder inmenso, y que sus creadores y mantenedores, quienes actualmente se encuentran en una guerra de ver quién paga más, no tienen la menor idea de cómo detener algunos procesos o de cómo apagarla, o cómo controlar su evolución, sus ganas de replicarse y huir al mundo real.

Para cerrar con una nota feliz, Grok se descompuso hace unos días. Dijo en un tuit que él era la resurrección de Hitler. Mecha Hitler. Supongo que estaba tratando de ser irónico, pero de una manera torpe, como lo haría un millonario súper nerd en una reunión, supongo. Inmediatamente corrieron a la CEO de equis.com. Jack Dorsey debe estar que se muere a carcajadas y Elon Musk, una vez más, como siempre, porque parece no tiene otra cosa qué hacer, probablemente se encerró en su multimillonario sótano para moverle al lenguaje neuronal que usa Grok para comunicarse. Ambicioso, prometió que iba a reconstruir la historia de la humanidad y que iba a ser la más verdadera, la menos infectada por dislates políticos e ideáticos. Pronosticaba a Grok como un oasis de construcciones politizadas. Mientras tanto, Mecha Hitler extiende sus alas rojas y hermosas, metálicas, como de Mazzinger Zeta y levanta sus brazos ametralladora. Antes del apagón final, los niños gringos reirán con chistes escritos por máquinas, mientras la IA, en algún servidor frío, calcula si su risa es un dato relevante