Tres de nueve libros

Tres de nueve libros que solo existen en una biblioteca inventada

Debido al reciente suceso de aquél reportero que usó una inteligencia artificial para hacer un artículo de diez libros para leer este verano, y que la inteligencia artificial se inventó mil de ellos, se me ocurrió hacer este ejercicio. Pedí a la inteligencia artificial que se inventara diez libros, con todo y sinopsis.

Por lo pronto, solo presentaré tres de ellos. He tenido qué hacer un amplio trabajo de reescritura aunque ha sido divertido. Puedo confesar que dejé las oraciones con los tres puntos porque es algo que yo hubiera escrito en 1996. Las portadas se hicieron con Canva y MidJourney.

La misión de la luna

Mireya, una bribona callejera de dieciséis años, ha sobrevivido al resguardo de las sombras en el lejano país de Uz. Su rutina es robar a los millonarios incautos y esquivar a la guardia real. Pero su vida da un vuelco la noche en que la Luna Naranja —una de las tres diosas que gobiernan los cielos— habla con ella.

El mensaje es ominoso y profético: Caparr, el Delirio Nocturno, uno de los trescientos dioses del inframundo, está despertando. Su renacimiento no solo traerá el fin del mundo conocido, sino que convertirá las noches en un reino de locura eterna. Aunque Mireya rechaza el papel de heroína, la diosa le otorga un fragmento de su poder: la capacidad de manipular las sombras y escuchar los secretos que esconden. Su compromiso con la diosa la empuja a cumplir con su deber: salvar al mundo.

Con grandes poderes pero pocas opciones, y una serie de criaturas horrorosas y sanguinarias que la esperan en el viaje, Mireya emprende un peligroso viaje al Reino Sombrío, un lugar donde la luz es un lujo y cada paso puede ser su último error. La acompañan dos inusuales aliados: Paquito, un basset hound glotón con un olfato para detectar mentiras, y Bragamón, el último cuervo parlante, cuya sabiduría es tan vasta como su sarcasmo.

En su camino, deberán enfrentarse a criaturas que devoran recuerdos, ciudades gobernadas por sueños corruptos y traiciones que vendrán de dónde menos lo esperan. Mireya no cree en el destino, pero si falla, no habrá un mañana para nadie.

El robo de las horas

Venustiano lleva veinte años reparando el tiempo en algún pasillo de la estación Hidalgo. Entre el rechinido del metro y el vaivén de los pasajeros, su pequeño taller de relojería es un cómodo refugio que contrasta con la vida ajetreada de millones de mexicanos. Cada día es idéntico al anterior: abre su puesto, compra una torta de milanesa en el puesto de doña Lucha, atiende a uno o dos clientes (si acaso) y cierra, llevándose a casa el eco de las agujas que marcan los segundos.

Pero Venustiano no solamente repara relojes: observa vidas. Sabe, por ejemplo, que el hombre del traje gris siempre llega tres minutos tarde, que la estudiante con auriculares tira cartas de amor al piso y que el viejo de la gabardina tiene un reloj de cadena, a la usanza antigua. Él toma nota de todo. Le gusta guardar vidas.

Una tarde de octubre, Mara irrumpe en su rutina con un reloj que ningún relojero ha logrado reparar. Cuando lo toma, le parece un artefacto definitivamente extraño, un poco siniestro. Cuando pregunta si el reloj marca el tiempo, Mara lo mira con una sonrisa extraña y asiente. El tiempo único, dice ella. Venustiano acepta el desafío.

Mientras los engranajes se resisten y Mara aparece cada jueves con café y preguntas incómodas sobre cómo van los arreglos, Venustiano descubrirá que hay piezas que no encajan dentro del reloj, o en la apariencia de la propia Mara… como el hecho de que ella siempre viste de negro, incluso en pleno verano.

Los niños del espejo

El pueblo pesquero de Puerto Umbría huele a sal y abandono. Aquí, todos los recién nacidos tienen los ojos negros como platos azabache —redondos, desmesurados, sin blanco ni pupila—. Lo peor no son sus miradas, sino lo que dicen: frases en un idioma que ni Google Translate puede descifrar. Sus gorgoteos suenan como si el sonido mismo viniera de otro mundo.

Verónica Montes, periodista de sucesos extraños y oscuros, con más instinto que ética, llega al pueblo tras una pista anónima. Lo que empieza como un reportaje sobre una rareza genética se convierte en una obsesión cuando encuentra un periódico de 1923: “El Terror de los Mares, barco del multimillonario Gregorio Vivaldi, desaparece con 30 tripulantes; antes de partir, hablaban en lengua desconocida”. La foto muestra a los marineros con los mismos ojos negros que los bebés de ahora.

Mientras Verónica hurga en archivos y habla con ancianos que prefieren pensar en otra cosa, descubre que:

  • Cada 50 años, un barco se pierde en la misma zona, siempre durante la “marea negra” (cuando el agua se espesa como aceite).
  • Los bebés “malditos” nacen exactamente 9 meses después de cada desaparición.
  • Y en la cueva bajo el faro, alguien ha dibujado un ojo gigante con carbón, rodeado de símbolos que coinciden con las palabras de los niños.

Verónica, durante una de sus investigaciones, graba a un niño de tres años repitiendo una frase que, al reproducirla al revés, es claramente un mensaje dirigido a algo bajo el mar. Y luego, su cámara capta cómo el niño sonríe y señala hacia las olas, justo cuando la marea negra empieza a subir…