Andariego

Las sombras de los altos árboles porque refrescan, a pesar del sol y de la ceniza; los perros tirados sobre el concreto caliente, con los ojos entrecerrados, y tiemblan porque sueñan con mundos más fríos; las mujeres que te detienen y te preguntan cómo llegar al centro de Puebla en camión, porque como ellas dicen, algún día tienen qué aprender; mandarlas por un lado y luego darte cuenta que era mejor mandarlas por el otro; el sonido de las alarmas porque los aviones enemigos están sobrevolando y están a punto de tirar las bombas; los choferes de la combi que responden con el mismo entusiasmo que tú cuando les das las gracias por el viaje; el auto de alguien que conoces, como desacelera para reconocerte y así ambas existencias se han vinculado en el mismo día; las personas con dieciséis vínculos; un volcán activo cuya ceniza hace que los días se vean naranjas como en la película de Blade Runner 2045 o un bug de Cyberpunk 2077; un viejo comercial de Joe Camel porque sus ojos incitan al abrazo; la sonrisa de una persona que te desprecia; cuando el Diablo aparece junto a la Fortaleza en una tirada de tarot para decirte que tienes la fuerza física y la pericia; la alumna que se emociona leyendo el monólogo de Lucky de Esperando a Godot; pensar que ha sido suficiente, que enojarse es de payasos, mientras aprietas los puñitos de frustración y de ira; entrar a un pasillo de la ciudad y descubrirse en una línea temporal alterna donde tu abuela no ha muerto, y tus perros son para siempre, pero para quedarte ahí tienes qué matar a tu alterno, y robarle su lugar, y cuánto tiempo va a funcionar eso, maldito neurótico de mierda; olvidar lo que ibas a escribir en un inicio pero que detonó una lista de las cosas que te gustan de los días soleados; el pensamiento de que la escritura debe ser azarosa, aleatoria, sorpresiva como el amor o como el juego; música de mariobros; inventarte tu propio manual de escritura mientras caminas, persiguiendo las sombras para no quemarse con el sol de mediodía; el pensamiento insulso de que te gustaría escribir poesía, pero no terminas de invocarlo, porque tienes en la lengua uno de las moradas del dios de los mentirosos; la mirada del árbol de los ojos, evitarlo para no quedarte suspendido en el tiempo; pronunciar la palabra impertérrito dos veces en el mismo día; el baile de la caminata; las manos en los bolsillos cuando descubren que se ha derretido un chocolate; el día se ha tornado rojo y, entre los zanates, descubres los garrapateros que parecen esconderse entre ellos y percibes una señal de amor verdadero.