Miro por la ventana como un avión atraviesa la nube de ceniza.
O eso parece desde lejos.
Pienso en mis pulmones, en mi nariz, garganta, ojos.
Traslado mis órganos al avión, como si pudiera trasladar mi humanidad al vehículo.
El cuerpo como una mentira, como esta conceptualización de los objetos que vemos a lo lejos. El cuerpo como objetificación materialización de nuestros deseos.
[Mazzinger Z tiene los pechos de Afrodita en las manos. Hoy sí podrá volar, digo qué.]
Todo me duele, mis órganos se quejan con pequeñas incomodidades: la tos, el ardor en los ojos, los pulmones que se sienten pesados.
Mi cuerpo asimila este polvo imperceptible que está arrojando el volcán, se apropia de él, una segunda piel.
El cuerpo es historia.
El cuerpo como su propio libro de trivialidades; ha recogido particulas, comidas, salivas ajenas. Historias inútiles, quizás fascinantes, que podrían contarse con las herramientas adecuadas, con una obsesión insana para separarnos en capas de piel. Supongo que eso hacen los biólogos, los que estudian las células y la genética. Recogen datos de tu cuerpo para contarte una historia, aunque es más cómodo enfocarse en lo que quieres escuchar como, por ejemplo, que estás relacionado con Genghis Kahn.

El cuerpo como un juego continuo de escritura; la preparación para entenderse: los estornudos, las articulaciones que truenan, los pedos apestosos e incontenibles, la resistencia a quedarse dormido después de una cruda, soportarse las caras desagradables porque uno preferiría dormir en el piso a resistir la tortura de una librería amarilla, repleta de “cultura” y los clientes no tienen de otra, porque la masificación es similar al deseo.
El cuerpo es escritura; cuentas tu historia —memoria— a través de las voces y de los gestos.
[Últimamente estoy obsesionado con lo que es una historia, y con lo que es historia. He recuperado la parte de mi cerebro que habitualmente está preocupada por embellecer la memoria. Hago, francamente, ejercicios de engaño para ver qué tanto puedo joder el presente, qué tan tolerable puedo convertir una situación intolerable.]

Una amiga me mandó un mensaje: “creo que voy a planear mi divorcio” y me dio un poco de tristeza.
No pienso solamente en lo social —obviamente social—, pero también en la historia de nuestros cuerpos con el otro.
El cuerpo como una colección de lo ajeno; el bestiario que surge a partir de dormir con otro: los hedores, el sudor, las pestañas, las células muertas, su parte de ceniza que asimilas y como una infección te cambia: tienes nuevos gestos, nuevos tonos.
[En la tarde, escuché a mis suegros decirse un par de palabras después de un silencio y entendí que estaba presenciando un lenguaje indescifrable, y que mi esposa y yo debíamos ser lo mismo para ellos, este artefacto alienígena que ya tiene sus propios modos para comunicarse. Mi esposa es una traductora de mis piensos.]
Pienso todo el viaje de mi esposa mientras yo estuve enfermo.
Un viaje que no entiendo, pero que tampoco puedo ignorar.
Es historia, y es otra historia.
Es imaginarme que puedo colocarme dentro de esa historia para gozar un brevísimo entendimiento. Pero el entendimiento no estará a mi alcance, así como no puedo enseñar a otros la bendición de haber sobrevivido a una enfermedad
Luego pienso en la pandemia, en que casi nos sacamos los ojos porque quién no tenía ganas de sacárselos por el encierro, por las constantes noticias de los viejos que estaban muriendo, por la sonrisa de nuestro presidente mientras trabajaba en el palacio y mostraba, en cámara, a sus allegados con el cubrebocas puestos y los ojitos aterrorizados —debo confesar que me dio risa, todo lo que haga sufrir a un político me da felicidad—.
Y pienso en mi amiga, y que dijo la palabra divorcio, pero que sobrevivió la inevitabilidad del otro mientras estuvieron encerrados.
Pero no le voy a decir que no se divorcie; qué clase de monstruo sería yo para impedir la libertad del otro, enjabonarse rico y pasarse la esponja dura para sacarse las capas que nos están afectando.
Porque también hay historias, y hay historias.

[Bueno, pero es que divorcio… qué palabra es esa, es de señores, como decir omeprazol, afore, inversión, roof garden, híbrido, priapismo, procrastinación, sildenafil, protein shake, bufet, barbarie, palindrómico, mariobros, resistencia, shibari, sanjuándeletrán, trolebús, alto octanaje, picarse la cola, camembert, google, taco de ojo, cámara-rin-y-pivote, quesadilla de sesos, hoy me fui de mosca en la combi, etc. etc.]