
Redes: hace un par de días, circuló un video de niños armados que fueron nombrados para formar parte de la policía comunitaria de Ayahualtempa, Guerrero.
Veracidad: me gustaría decir que dudo del video, de su origen o de su historia (por ingenuo, claro). No sería extraño que fuera uno de esos videos que resurgen, y que solo representan lo que pasó en otra comunidad, en otro tiempo (aún vigente) como, por ejemplo, Michoacán. Lo vi de reojo. No lo investigué. Sin embargo, no es la primera vez que un municipio mexicano, prácticamente abandonado, arma a los niños para proteger a su comunidad del crimen organizado. Quisiera negarlo (es triste verlos así), pero los niños de Ayahualtempa están armados.
Idiotez: más tarde, uno de esos xitters que están pagándole a Elon Musk por su derecho de redes, se le ocurrió hacer una imagen con inteligencia artificial de niños armados. Los niños parecen mexicanos (usando lenguaje de IA), tienen algunos dedos de más, confunden extremidades. En su desvarío (un tweet), se le ocurre decir algo cómo: «parece la alucinación de una IA, pero no lo es», para sentir que en su chascarrillo, está expresando que la realidad es más dura que la alucinación de los servidores de Bing.

Resultado: el tweet del idiota se llenó de respuestas de gente, que sintiéndose muy inteligente, anticipa la falsedad del primer video.
Sonido: bing, bing, bing.
Bettelheim: hablando de Bruno, quien sería una de esas figuras innombrables en el estado actual de las cosas (sí, canción de Disney, sí), ayer le contaba a mis alumnos de la necesidad infantil de matar a los padres. Cuando somos niños, es muy fácil tener esta fantasía de que los padres desaparecen y tenemos la casa para nosotros solos. Nadie pone reglas, comemos lo que queremos, videojuegos hasta las 16 de la mañana. Eventualmente atravesamos el umbral, unos antes que otros, y la ausencia transmuta en angustia: si me quedo sin mis padres, podría desaparecer, se pierde la estabilidad, se pierden las cosas que doy por sentadas. Imagen del niño que llora por primera vez cuando tiene la pesadilla de que su padre o su madre han muerto.
Ayahualtempa: ninguna inteligencia artificial puede alucinar el dolor de perder a los padres. Si pides una historia a un ChatGPT o un Bard, te entregará unos balbuceos sobre que la vida es muy triste, pero que con pedos de gases multicolores puedes salir adelante. Los niños armados han atravesado tantos umbrales que apenas podemos imaginarlos: no solo, tal vez, han perdido a sus padres pero a sus tíos, sus hermanos, sus abuelos, sus hogares, su estilo de vida, la tierra que les daba sustento; qué esperanzas pueden tener si tienen qué matar a otros para reclamar su derecho de permanecer en este mundo.
