Paradiso

Primer cuadro: cuando le pides a una inteligencia artificial que haga a un grupo de personajes basados en películas, creo que alucina bien culero.

Segundo cuadro: en Cinema Paradiso, el cine es un espacio mágico (sí), pero también muy humano (quizás un poco decadente, quizás rebosante de vida y de excesos); la gente se besa, coge y se masturba allá adentro. El cine se convierte en este espacio demasiado humano que, a través de una oscuridad reconfortante, «esconde cosas».

[No he hecho esas cosas en el cine, pienso con una sana distancia y un orgullo meramente moral, siempre he sido muy purista y respetuoso de los recintos y los rituales. No tengo la paciencia, la malicia, la inventiva, la salud suficiente para transgreder espacios. En mi cabeza: el cine es para ver películas, aunque…]

Tercer cuadro: estoy escapando de una vecindad en Tacuba porque a los vecinos ya les enfadó el escándalo de mis compas (media universidad en un departamentito, una de las mejores tardeadas de mi vida). Salieron a perseguirnos con cadenas y palos. Ext, calles, 4 de la tarde. C y yo nos tomamos de la mano para huir al metro y pasamos por fuera de un cine para adultos. Yo se lo señalo, ella se ríe y me dice: «no es tiempo para eso».

Cuarto cuadro: en Roma, de Alfonso Cuarón, pienso a menudo en la escena del cine, y cuando los niños ven a su padre corriendo con una joven, y es tan breve que uno piensa si vio bien, o si fue un espejismo.

Quinto cuadro: un excompañero de trabajo, J, me cuenta que él y su hermano fueron a un cine cuando eran chavitos. Se metieron a escondidas, estaba vacío, pero era algo que hacían sin problemas. Su hermano escucha la historia, pero parece distanciarse conforme él da más detalles. «Entonces nos agarró un cabrón», dice J, y A lo corrige rápido, contundente: «no, no, te agarró a ti nomás». «No te hagas pendejo», dice J, «yo te cuidé». Se quedan callados el resto de la madrugada, no me dijeron qué pasó, y no se hablan al día siguiente, y luego al siguiente. Pasan meses antes de que quieran contarme algo nuevo.

Sexto cuadro: la última vez que fui al cine con mi hermano (vimos una de Marvel, creo que la primera de Guardianes, o la segunda del Capitán América), el cine estaba muy lleno, empiezan los créditos y algunos se quedaron para el espectáculo de la escena post. Oscuridad todavía, pero no mucha. Miré a las butacas de arriba, y entonces distinguí un pene muy grande, muy erecto, y la mano de una muchacha que lo meneaba. Me sentí avergonzado, pero no lo voy a negar, también divertido. «Hace tiempo que no me escandalizaba un pene», pensé. La miré a los ojos, y luego a él, y finalmente me encogí de hombros, hice como que olvidé sus caras, sus ropas, su juventud. Hice como que nunca descubrí su paraíso. Nunca le he contado a mi hermano eso.