Control

Comercial: un cubo construido con un material imposible (de este mundo), cuando escucha algún tipo de música (designada por el usuario), desarrolla picos orgánicos y aunque el núcleo parece rígido, las extremidades crecen como las ramas de un árbol, un fráctal de piel y huesos.

[Hace poco leí una nota, o quizás la imaginé; encontraron nuevos elementos cuando interceptaron un asteroide, eso o de veras ya no me importa, y me gusta imaginar que las películas ya ocurrieron].

El usuario participa en la construcción de la escultura a través de los ruidos, de las voces, de la música.

Se ven unos científicos que discuten el origen del cubo. Hablan de cómo podrían controlarlo y piensas, de refilón: «pero el control, es tan fácil perderlo». Al fondo, una de ellas se ve muy preocupada, pero solo aparece a cuadro un momento.

Valdría la pena recordar que es un comercial: la científica no es una científica verdadera y su preocupación podría ser una trampa para el espectador.

[Después de todo, depositar esta clase de trampas es esencial para construir juegos de realidad alterna, con la inteligencia artificial creo que es bien importante entender esto: no creas en nada de lo que ves, pero cuando escoges creer, traes un pedazo de ficción al otro mundo: la mentira, si no se hace real, parece hacerse tangible].

Sin embargo, quien haya alcanzado a verla, sentirá que su corazón es un cubo que está desarrollando dendritas para quebrar la caja torácica y liberarse del cuerpo, esa nimiedad. Implantaron una idea, comienza un virus, esas taradeces que piensan algunos entrepreneurs porque Inception es su película preferida.

Qué curioso, ya no puedo abandonar la idea de que mi corazón es un cubo orgánico, un artificio que bombea la sangre y la empuja como un diablo por todas mis venas, un tambor que solo puede ser escuchado cuando alguien deposita su oreja sobre mi pecho, la música finita y latente de algo misterioso y extraño.