• Para comprar el tiempo, justo y necesario, que tomaría jugar toda mi biblioteca de videojuegos. Ni siquiera he terminado de agregar los 3,000 juegos de Steam a mi base de datos en Notion.
• Sin embargo, empecé a jugar Mario Bros (versión All-Stars) porque me dio un ataque de nostalgia. Y ahora estoy atorado en el mundo 8. Y no sé cuando acabaré un juego que ya terminé alguna vez, cuando fui niño, y me siento un necio medio inútil pero ahí estoy, pressing start to continue.
• Podría usar un montón de dinero y pagarle a unos filipinos para que completen mi base de datos de videojuegos.
• No hay dinero que alcance para ser niño otra vez, o diez años más joven, y tener toda la energía, y el cuerpo completo, y los ojos sanos, y todo el cabello, y el asombro perpetuo, suficiente, para redescubrir la vida, y el movimiento contenido para andar despacio, sin súbitas e inútiles ganas de llorar cuando entiendes que estás vivo, que has llegado. ¿Qué dije?
• Controles élite. Cuestan como 4 mil varitos. No entiendo por qué son élite, pero se antojan. ¿Durarán toda una vida? ¿Estarán diseñados para nunca tener drift? ¿Cómo lograron que un control de Xbox costara el 70% de la consola? ¿Tendrán un pro-gamer diminuto adentro en la carcasa que ayuda a mejorar todas tus jugadas?
• Ir a un verdadero calabozo alemán para admirar, como tarado en un museo de cera, a todas mis rubber dolls preferidas (sí, el posesivo es una licencia). Instagram es un extraño laberinto de fetiches raros y así descubrí que las rubber dolls ya no se esconden de nadie, y ningún censor puede detenerlas porque no están desnudas, al contrario, es como si vistieran una segunda piel, y muchos se encogerán de hombros y solamente dirán: “qué raro”.
• Por qué me gustan las rubber dolls. ¿Es algo temporal? ¿O este gusto peculiar se activó por uno de mis genes? En mi experiencia, mañana tendré otra fantasía, otra curiosidad, como si fuese un juego, a la cual dedicar mi pensamiento y mi tiempo, y el pasado será desactivado, y lo guardaré en una caja como si fuera un amuleto.
• Mi mayor fantasía es pagar todas mis deudas. Pero eran las deudas o dejarse tragar por el cáncer. Chú, chú. Considero que mi primera y única deuda, diré que impagable, es con la vida.
• Comprar una edición perrísima de En busca del tiempo perdido que alguna vez vi en Gandhi.
• Todos los diseños de todas las cartas de tarot que están en mi wishlist de Amazon.
• Los juguetes de MOTU que no compré a su debido tiempo. Creo que nunca veré a Man at Arms en menos de cuatro mil varos.
• Pagarle a un arquitecto de Minecraft para que construya el mundo de mis sueños, un mundo maravilloso poblado de árboles y de laberintos, de libros que todavía no escribo, de arquitecturas hermosas pero terribles, llamativas pero invencibles.
• También les pagaría a unos escritores místicos para que llenaran mi blog de entradas, y después de cuentos mis libros, y finalmente de historias chuscas, a veces puerquísimas, en todos mis diarios.
• Para regresarle la juventud a mi Nico, y comencemos otra vez. Pero, bajo esa premisa, obligadamente la llevaría conmigo y atravesaríamos una puerta mágica que me permita ver al amor de mi vida, en sus primeros días, una vez más, y también vería el rostro de mi hermano sien un bebé, y los momentos risueños de mi familia antes de toda la sangre, además del peso que ha depositado el dios del tiempo sobre nuestros hombros.
• Una supernintendo. La pizza. Y los 1990.