Todo eso que creía era una gastritis, que también lo era por una úlcera maltratada, además eran unas piedritas en la vesícula. Imaginen mi sorpresa por todos los días de omeprazol y sufalcrato cuando el dolor me volvió a dar, la medicina moderna vencida por un phantom pain salido de sabe dónde, y andaba como alma en pena en mi propio hogar, todas las horas de la noche, haciendo la visita de las siete casas a todas las superficies que me ofrecieran un poco de comodidad (cama, sillón de la oficina, cama de visitas, sillón de la sala), para tratar de ignorar y dormir a través del dolor. Conseguí un récord personal: una vesícula de 7 centímetros, y unas piedritas como de 5. Y así uno se anota las palomitas en las estadísticas del cuerpo (con sus bendiciones y sus maldiciones).
Mi doctora preferida me regañó: ¿pues qué desayunas? Fruta, pura fruta, y un puñito de almendras; una manzana al día para engañar a la muerte y los hospitales. ¿Y la proteína? Cuál, si más tarde comeré dos kilos de carne, o de salchichas, o de tocino. Bien librado salí de esa. El colesterol me salió un poquito alto, por cierto. Ahí quedaron las piedritas.
En fin, durante el proceso de las citas médicas, los estudios, hasta que nos vimos con el cirujano, tuve unos flashbacks interesantes: en el 2018, mientras padecía un sabrosísimo linfoma de Hodgkin, los técnicos de los aparatos mágicos, tomográficos y petoscánicos, se detenían en mi vesícula para decirme con suavidad: “esto eventualmente va a ser un problema”. Y yo nomás les respondía: “ajá, ya sé, pero tengo un problema más grande ahorita y perdóname si te ignoro y se me olvida”.
Si les interesa saber, y quieren mantener una vesícula saludable, la recomendación es que no se estresen en estos tiempos donde estresarse es fácil. Tampoco beban, fumen, coman grasas y controlen su colesterol. Dejen de beber y aunque la recomendación es no más de dos tragos al día, mi recomendación personal es no más de dos tragos a la semana. Pero a dios gracias el gobierno, siempre queriéndonos a nosotros los mexicanos, justo retiró unas sopas instantáneas en el súper que eran prácticamente tragar unas piedras para la vesícula. Ya pueden quitarse una preocupación y no olviden revisar los poderosísimos sellos de salud para darse una idea de la que están masticando.
Mi relación con el dolor del cuerpo y la enfermedad, conforme pasan los años, cada vez es más estrecha.
En fin, tengo qué poner la ofrenda de muertos.
Primero me despediré de mi vesícula. Cosa más guácala pudriéndose en un contenedor hazmat.
Después pensaré en mi abuela, que es una de mis muertitas más chingonas. Le pondré unos huesitos al Killer, el french minitoy, y después abrazaré a mi Nico, porque está muy canosa y muy vieja, y a veces le duele la espalda como si anunciara los finales próximos.
También pondré en mi altar a toda esa gente que me he topado alguna vez: el muchacho actor que se colgó en su casa después de fumar un cigarrillo conmigo, el muchachillo diseñador que se ponía de nombre Ehécatl, Josefa Guerrero, Luzanna quien tenía una sonrisa muy hermosa y DC Jomi, quien siempre me pareció un hombre muy sincero. También aprovecho para prenderle una velita a Mauricio Ituarte y sus Lectio Divina. Unas velitas más para los abuelos de mi mujer, quienes son ejemplo de resistencia y de larga vida. Y una coca-cola para Rubén, el padrino, quien seguía bebiéndose galones de azúcar negra por testarudo.
Pondré a todos los viejitos y viejitas con los que trabajaba, hace muchos años, y que por la inexorabilidad del tiempo solían irse, y también pondré algunos actores guapos que tenían una sonrisa brillante porque se fueron demasiado pronto y me arruinaron las posibilidades de algún proyecto.
Quizás deba extender mi ofrenda a los videojuegos, y a los libros, que desaparecieron de mi vida por todas las mudanzas que he hecho. Ojalá los espíritus entiendan esta conjunción con el mundo material, pero también creo que las cosas tienen sus propios espíritus, pequeños dioses que crecieron con nosotros y de los que uno, obligadamente, debe despedirse cuando algo interrumpe nuestro camino juntos. Hasta pronto a todos ellos.