Los ritos de un supuesto Apocalipsis

Qué tan mal estará el mundo allá afuera. Domingo, 7 de la noche, unos vecinos tienen el sonido a todo lo que da. La mezcla está buena, el DJ sabe lo que hace. Gritan, silban y me los imagino alzando los brazos, bailando, alzándose la falda, tocándose el pecho. Cuerpos bonitos y cuerpos gordos, sudorosos, ridículos, apretando los labios como una caricatura que procura olvidarse de la enfermedad, el hastío, las muertes, el mal gobierno. Una misa especial para olvidarse del virus. Yo no estoy mejor. Esta tarde me hicieron falta unas plumas e hice una desviación a MINISO. No estaba atiborrado pero había mucha gente. Que me dé la última gripa nomás porque quería unas tintas. No salí corriendo porque todos traían cubrebocas y conservaban su distancia. El ridículo. Salí a correr. Ojalá pudiera correr como antes, a veces pienso, pero creo que es lo mismo. Hace unas noches ardía en deseos de comenzar a escribir una novela.

Quiero escribir todas las noches. No todas las noches. Pero todas las noches y cuantas noches sea posible. El otro día tuve el pensamiento persistente de que debería iniciar la escritura de mi última novela. Así, la última, igual que un vaquero inicia su último viaje o un espía hace un último trabajito. Una novela gorda y ambiciosa, sin rumbo fijo, un viaje extraño para responder y hacerse preguntas. Pensé que así debía hacerlo porque luego planearla, estructurarla o mapearla, solo detiene el impulso de escribirla. Creo que es hora de hacerlo porque, pienso, si me da el virus y me asesina, me habrá agarrado vencido, sin deseos y medio patético.

Nah, quiero que le cueste trabajo llevarme. Quizás escribir es construir el mundo a donde llegarás cuando todo esto termine.

También pensé que debía transmitirlo, así como muchos transmiten su hora de trabajo: escritura nocturna de una hora, alrededor de las 8 o 9 de la noche y luego cierro el documento, empiezo a jugar, y me olvido de todo lo que escribí para hacerlo el siguiente día. Últimamente me desvelo felizmente porque no quiero ceder todo mi tiempo a la neurosis, al trabajo, a la televisión. También me gustaría acabar los otros dos proyectos que empecé: una novela y un libro sobre Mortal Kombat. Creo que como práctica terminaré estos dos libros antes de iniciar mi locura, la última novela. Es gracioso porque se me ocurre que esta última novela podría seguirse escribiendo hasta mis noventa años, hasta que sea un viejo y olvide la mitad de mi lenguaje, una ambición muy similar a la de Proust o la de Joyce. Es lindo soñar con ellos, pero no hay manera de simular o entender su genialidad a no ser que uno se siente a intentarlo. Así que quiero hacerlo, y quiero fracasar mientras lo hago, quiero darme una tarea de toda una vida.

(Es lunes y he perdido un poco de entusiasmo. Como dije, estos son párrafos que se escriben cada tanto, a veces día a día y el sentimiento puede cambiar. Mantener un diario asincrónico puede ser una tarea extraña. Pero no todo está perdido: releerme me recupera un poco de paz. Quizás lo haga. Quizás lo intente esta noche, o la siguiente, o una anterior, porque también la publicación es asincrónica. Quién sabe cuando publicaré esto).