Mi presidente dijo que Mussolini se llamaba Benito porque el padre de ese hombre despreciable admiraba a Juárez. No es la primera vez que escucho esta barrabasada. Los viejos repiten esta historia de la revolución mexicana (ni me he molestado en verificarla, pero me gusta creer que es verdad) y también cuentan cómo nuestra guerra impulsó los colores de la bandera italiana, y todos los italianos empezaron a llamarse Benito por amor, por admiración, por compromiso, por alguna ficción idealista (e ideática, pienso a veces) que alegraba a los muchachos que empezaron a hacerse viejos prematuramente porque escuchaban demasiados himnos revolucionarios.
El fin de semana salí a dos restaurantes. Mascarilla, distancia y resignación. Medidas de supervivencia: no te quedes bajo techo mucho tiempo, muévete, lávate las manos continuamente, fíjate en los otros: ¿quién tose? ¿quién habla escandalosamente? Despierto diariamente y acepto que soy un sujeto de riesgo y sopeso el riego de muerte. Creo que puedo ser feliz encerrado en mi casa, pero también creo que es sano escoger una o dos batallas para no volverse loco. De muertes a muertes, tomamos estás pequeñas decisiones día a día. Algunos de mis alumnos musitan que hay que vivir al máximo y se me ocurre que la publicidad les hizo mucho daño. Quizás hay que abrazar al virus pero no esperar nada de él. Al final, uno se las tiene qué ingeniar para mantener la estabilidad sus sistemas biológicos y mentales. No creo que haya manera correcta de hacerlo; la vida ya era caótica sin pandemia.
Tuve deseos muy breves de escribir una novela; pero como he dicho antes; quizás lo más emocionante es imaginarla.
Escribí una reseña de Death Stranding en mi página, la grandota. Fue un juego largo y emocionante. En los últimos capítulos me desvelaba para seguir avanzando. Me gustó como Kojima desarrolló un juego convincente que complica la exploración, pero la aventura se hace más ligera gracias a otros exploradores y sus propias exploraciones. Quizás a eso se refiere cuando habla de que su juego es un género aparte. Me tomó un rato terminarlo. Ahora voy a dedicarme de lleno al San Andreas. Después no sé. He pensado que es momento de leer libros otra vez. O de mirar películas. Los muchachos de la escuela tienen muchas ideas todo el tiempo, ven cosas muy diferentes y me ponen de buenas con sus sugerencias.
El otro día miré un videoclip porque una alumna lo sugirió. Uno de BTS, K-Pop, recuerdo que los primeros minutos pensé: así debieron sentirse cuando la gente vio a Michael Jackson (solista, rey del pop) por primera vez y después me sentí un poco incómodo, y fascinado, porque los coreanos derrochaban sensualidad y parecían escalar en sus coreografías, sus expresiones. He concluido que para el BTS Army, entregarse al fandom puede ser tan gratificante como el viaje erótico de Juliette. Sentí un poco de envidia, y deseo, pero después seguí jugando mis videojuegos y traté de olvidarme de ellos. Hace tiempo que mis viajes eróticos, mis pequeñas curiosidades, están bien delimitadas. Dejaré para el siguiente año cualquier otra exploración extraña que se me ocurra. El K-Pop puede esperar.