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  • Skyrim

    Skyrim

    Recién me mudé a Cholula, por ahí del 2013, compré una compu de media gama con algunos ahorros. No tenía la mejor tarjeta gráfica, pero apostaba que podía llegar a la calidad media de una playstation tres. Y si no, podía intentar abrir mis juegos pesados con una mac pro del 2013 (bootcamp), resultado de una chamba que hice ese diciembre. En ese tiempo era una bestia, hoy… digamos que es una compu aguantadora.

    La mac pro ya no se actualiza porque está vieja y todos los días está rumiando que le gustaría morirse, pero sigue aguantando porque me gusta escribir mis piensos en ella y ya hicimos un pacto.

    La idea era adquirir una computadora para jugar otra cosa que no fuera World of Warcraft. Quería evitarlo en la mac pro. Estaba abandonando ese vicio que me estaba costando salud (fumaba una cajetilla, a veces dos al día y me tomaba mi coca-cola de dos litros, sí, sí, como en el episodio de South Park) y era un gasto recurrente.

    Necesitaba acceso a juegos menos tóxicos.

    De lo primero que se me ocurrió instalar: Skyrim. Fue una bendición pero también fue un error. Despiertas en un carrito tirado por caballos. Solo puedes mover tu punto de visión. Miras a tu alrededor y descubres unos duros y hermosos nórdicos, parecidos a los hermanos Hemsworth, que te dicen de cosas muy vikingas, entre ellas: “Talos te bendiga porque estás a punto de ser ejecutado”. Las voces son increíbles, los bosques también, la iluminación renderizada cuidadosamente modifica las sombras de mediodía a la vez que vas llegando a tu cita con el verdugo.

    Skyrim prácticamente inventó ese adjetivo espantoso que usan los jóvenes hoy en día: la inmersión. Si me dieran un septim cada vez que escucho: “es una experiencia inmersiva” cuando hablan, por ejemplo, de un maldito doujinshi, ya sería millonario y hubiera pagado todas mis deudas de enfermo. Otra: “es que es una narrativa inmersiva y se rompe, profe” y yo, ¿qué no puedes tener una imaginación saludable, y adentrarte solito en la historia, sin esperar que fuerzas misteriosas construyan eso que llamas inmersión? ¿Por qué le das un nombre tan feo a tu cerebro y su capacidad de imaginación? ¿Y por qué no puedes controlar tú solito el monito ese que te ayuda a imaginar adentro de tu cabeza? ¿Por qué debes dejarle la cosa de la imaginación a un producto? ¿Quieres vivir toda tu vida como un consumidor? Perdón, me estoy alejando de la reseña.

    Regresemos a Skyrim. ¿Querías ser un héroe? Te chingas, toma tu experiencia inmersiva; no puedes hacer nada, te van a ejecutar porque estabas en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Desde la introducción te confrontan con el verdadero espíritu de Skyrim: nunca estás donde debes estar dentro de la historia porque siempre estás distraído con alguna otra cosa, y cuando no eres tú, alguna circunstancia te empuja hacia otro lugar. Gentilmente, sin que nadie te lo diga o te lo venda, Skyrim se trata de tejer tu propia historia, el destino fantástico que más te guste. Si me dieran un septim por cada vez que me dediqué a sembrar papas para viajar al End, perdón, si me dieran un septim cada vez que recojo mis scaly pholiotas para hacer más pociones…

    300 horas Skyrim después, en el lejano 2013, estoy haciendo las misiones de Herma-Mora, buscando los libros prohibidos que te dan habilidades nuevas. Para mí, en este momento, el juego me parece el verdadero paraíso. Soy un guerrero de dos manos con una armadura dáedrica y estoy buscando libros, solamente libros, en el plano donde la deidad daédrica del conocimiento, los acertijos y los secretos es el dios único. “Maldito juego estúpido”, pensaba, con unas enormes ganas de llorar como la canción esa de los auténticos (me pone loco tu forma de ser).

    El juego estaba entretejido con mi alma: libros, dioses, tesoros.

    Al día siguiente se corrompió mi save file.

    No pude encontrar el Oghma Infinium.

    Unos años de distancia, seré sincero y no le voy a echar toda la culpa al juego, mi save file se corrompió por algo muy sencillo: le había metido mods. Muchos. Más de los que puedo contar. ¿Variedad de bestias en los parajes de Skyrim? Venga de ahí. ¿Más patrullas imperiales que navegaban el mundo para joder? Sí, me encanta. ¿Armaduras reveladoras para todos los actores femeninos? Joder, sí, tengo trece años. ¿Penes gordos para los nórdicos? Deme diez porque necesito mi Conan, el bárbaro. ¿Shaders papito? Por favor. ¿Quieres una Sailor Moon de posible compañera? En el nombre de la luna. ¿Quieres a Thomas, el tren, haciendo chu-chú por los cielos? Chingados, no, eso no porque rompe la inmersión. Tenía alrededor de cien mods instalados que empujaban mi juego a los límites: Skyrim se cerraba, los save files se corrompían, y la última vez fue más de lo que se pudo arreglar.

    Lo cerré y me dije nunca más.

    Hasta que hace unos años, escuché que iban a sacar la versión especial, actualizada para equipos más modernos y con algunos arreglos al motor de juego. Después sacaron una versión de aniversario que ya incluía todos los mods del club de creación como un DLC de esa edición especial. De lejos, empecé a escuchar nuevamente la canción del dovakhin. En un proceso alterno de mi cerebro, casi como un secreto, Herma-Mora me hablaba en sueños, o mientras estaba leyendo, o mientras pensaba en alguna otra cosa: “instálalo y juégalo, pero juégalo bien esta vez, ya no le pongas mods, juégalo y acábalo, ¿qué? ¿No quieres ser un héroe?”.

    Eso hice en el 2024, y durante todo el 2024, no visité ningún otro mundo virtual que el de Skyrim. Es un juego que puede ser abrumador, desde el principio lo es. Skyrim se convierte en su propia lengua, es una experiencia única, pero también compartida (los foros de reddit están muy vivos). Con la dedicación y tenacidad de un viejo nórdico, lo viví de principio a fin, hice todas las misiones y dejé para el final las dos que consideré principales: escoger un bando entre el imperio y los nórdicos, y matar a Alduin. La edición de aniversario agrega unas cuantas misiones más que te dan cosas: casas, armaduras, expansión de hechizos e ingredientes, un rudimentario juego de pesca, monturas. No creo que el sistema gráfico haya mejorado mucho desde el 2013, pero los cielos, específicamente los nocturnos, se ven gloriosos.

    Esta vez lo jugué sin mods (eso lo dejé para el final). Pude revivir la misión del gremio de asesinos, una de las mejores escritas en un videojuego. También pude, por primera vez, completar las misiones de Herma-Mora hasta su final inevitable, y satisfactorio para un amante de los secretos y del conocimiento. Disfruté los diálogos de Serana, la mejor acompañante que interviene cuando debe hacerlo. Pude participar en el conflicto entre nórdicos e imperiales. Y como la cereza del pastel, gocé del cielo hermoso de Sovngarde durante la última confrontación con Alduin. Es un juego lleno de folclore, de historia, de referencias a viejos mitos. Pero más allá de eso, también te permite esa extraña libertad de ser un vagales sin propósito, que se construye a través de rolear con los npcs, y no hacer nada preciso mientras estás jugando.

    Puedes dedicarte, simplemente, a tener pequeñas aventuras con tus compañeros. Pero hay youtubers que se dedican a rolear que son herreros, o mineros, o granjeros, o indigentes. Es un juego que puede tornarse un sandbox de fantasía medieval oscura, si así lo deseas.

    Decidido a ya dejarlo por la paz, empecé a instalarle mods. Llevo unos 75 y el juego parece estable. Uno de los mods escogidos fue Legacy of the Dragonborn, el cual agrega todo un sistema de misiones para construir un museo, muy similar a Blathers en Animal Crossing. Me encantó. Aunque el mod recomienda iniciar un nuevo juego, lo estoy completando poco a poco, sin prisas, sin ganas en realidad de terminarlo o jugarlo completo. Esta vez, no me molestaría que mi salvado de Skyrim se corrompiera y eso me obligara a iniciarlo de nuevo.

    ¿Recomiendo Skyrim? No, mejor dedícate a aprender alemán o francés. O leer a Proust. Él también es increíble.

  • Politiks

    Politiks

    I

    En Skyrim he dejado al final las misiones que involucran política porque, he leído por ahí, cambian el mundo de manera permanente. Algunos personajes dejan de estar y otros toman su lugar. Si te encariñas con esos personajes específicos, como suele suceder en la vida real, por sus opiniones políticas los van a desaparecer.

    El mundo político e histórico de Skyrim es similar a la vieja historia del Imperio Romano, en el periodo cuando este monstruo se encuentra con los celtas para transformarlos en Gran Bretaña. Es una onda colonialista basada en historia verdadera.

    En Skyrim puedes escoger aliarte al Imperio o puedes escoger a los Verdaderos Nórdicos. Personalmente, preferiría una manera de evitar el sistema político por completo. Pero es difícil ignorar estas misiones. Las haces aun cuando no quieres hacerlas. Acabas en sus lugares, hablas con sus personajes, te envían a tomar un partido dentro de la historia.

    Mi intención es aliarme con los Verdaderos Nórdicos porque no me gusta que el Imperio trate de quitarle uno de sus dioses, entre otras creencias. Dudan de ese dios porque es un equivalente a Jesucristo. Es problemático cuando los héroes alcanzan una popularidad tan poderosa que los convierte en algo divino.

    Sin embargo, a pesar de mi decisión, escucho a los Verdaderos Nórdicos y sus comentarios sistemáticamente racistas. Rechazan a las razas que son diferentes a ellos, no solo es una manera de lidiar con el Imperio, pero es un resultado de su entorno.

    La intención es empujar al jugador a pensar que el colonialismo puede ser mejor y que no hay opción segura, todo lo que escoges importa (choices matter, una obsesión muy occidental para los videojuegos): al final, si escoges al Imperio, estás de acuerdo con asimilar a otras culturas, despojarlas de sus raíces, trastornarlas hasta convertirlas en un estándar agradable y complaciente.

    II

    Estoy un poco obsesionado con la diputada que inició un haka en la cámara de Nueva Zelanda. Obsesionado porque me contagia su poder, su rabia. La veo de vez en cuando y me siento fuerte otra vez.

    Creo en ella, y creo en todo lo que ella representa, aunque ella esté muy lejos, atendiendo cosas que son muy diferentes a las que me preocupan.

    Me pregunto, ¿cómo consigue un país protestar a través de la canción, del baile?

    III

    Hace unos años, abandoné hablar de política en mi columna (cuando colaboraba en LJA), y en mi blog, porque pasaron cosas extrañas que lo dejan a uno pensando.

    Intentaron hackear mi teléfono con un directo de Twitter, después intentaron hacerlo de manera presencial (dos veces), a través de una conexión por bluetooth usando directamente la mac address de mi teléfono.

    Uno de los eventos ocurrió en un lugar al que no he regresado a desayunar porque me da cosa pensar en eso, y otro de los eventos ocurrió en el Centro Cultural Universitario mientras estaba cazando pokemones con Pokémon Go.

    A la fecha, sospecho que el teléfono puede tener pegasus o algo similar.

    Cuando pienso en ello, me siento halagado porque mis comentarios de política provocaron un gasto estúpido en el presupuesto gubernamental. Otros días, trato de convencerme que fueron tres eventos aislados y que ninguno tiene que ver con el otro, y que probablemente ya enloquecí, dios bendito, gracias, porque la realidad es tremenda.

    Enloquecer creer al otro que es un loquito es una herramienta para someterlo. Hacerle creer que piensa mal, que los hechos no son hechos, pero constructos, artificios, mentiras.

    Dejé de escribir mis dislates políticos porque en ese momento estaba… sigh, todavía luchaba contra el cáncer, y no quería que hubiera problemas misteriosos con mi seguro.

    Desde entonces, no me gusta hablar de política con nadie. Incluso procuro tragarme las bromas aunque hay días que no puedo evitarlo. La única manera de quitarle a los políticos, a todos aquellos quienes ostentan el poder con irresponsabilidad, es a través del humor, de la burla.

    Debo contentarme con mis propias conclusiones porque investigar más me pondría de malas (y a lo mejor encuentro un callejón sin salida, soy buen lector de Kafka, creo). Y mis conclusiones son sencillas.

    Primero, no hay una certeza del por qué me vigilan, segundo, me dejan a mí solito el pastel de paranoia (mundo cucu) y tercero, así, paulatinamente, uno abandona ciertos temas a favor de navegar en el mundo y como sea, vivirlo. Creo que tenemos la responsabilidad, como individuos, como gente, de luchar por el mundo, y luchar porque nuestro mundo sea un lugar cómodo, digno, hermoso para los otros.

    El poder existe, pero también debe existir la risa que lo destruye.

    IV

    Ya que estoy hablando de lo político, me gustaría abandonar uno de los pensamientos que me está comiendo el alma desde hace días, semanas, meses: estoy horrorizado de que los israelitas estén destruyendo a los niños, a las escuelas, y las universidades.

    Estoy horrorizado de cómo ocupan los lugares, cómo los trastornan y los hacen suyos, mientras tratan a los otros como perros de baldío.

    Estoy horrorizado de sus militares, quienes se burlan de las personas a las que están destruyendo sistemáticamente, a quienes intentan borrar desde la raíz y convertirlos en carne sin nombre, y sin dignidad, y estos autómatas todavía se jactan de su hombría, de su violencia, solo por portar un arma y vestir un uniforme.

    Ojalá, pues, esta panda de criminales sea condenada eventualmente. Y los responsables tengan los ojos bien abiertos cuando sea su hora. Buenos deseos, es lo único que a veces puede calmar nuestra angustia.

  • Herma-Mora y el libro de las leyendas que no se han contado

    Herma-Mora y el libro de las leyendas que no se han contado

    Esta es una de mis sesiones de juego de Skyrim. Llevo un año jugándolo. Confío en que pronto lo acabaré.