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    Paleoceno

    En el módulo de sexualidad que estoy estudiando, porque yo no sé nada de esas cosas y para mí todos son angelitos asexuados, dice la profesora que me está educando que la sexualidad puede ser una fuente de placer y aceptación. Además de lo malo, de todo lo malo, especialmente lo malo. Dicen los bellacos que en lo malo está la fuente de todos los placeres.

    Como parte de un ejercicio diario de identidad (y de aceptación), estoy registrando mis emociones en el teléfono. Apple tiene un diario para eso y cuando tienes rato llenándolo, te ofrece unas estadísticas que explican detalladamente los ingredientes que componen tu alma.

    Eso me agrada.

    Sin embargo, así me di cuenta que soy irritable (cada tanto, normalmente soy el osito de taiwan, como la canción de estos güeyes cómo-se-llaman) y cuando genuinamente me pregunté por qué, la única respuesta aceptable es que soy irritable, soy lo que soy y ya. Es decir, irritarme es parte de mi identidad, y esa irritabilidad es un producto que surgió en el Paleoceno, con una amiba que registró esa emoción en su ADN e hizo todo lo posible para sobrevivir y transmitirme esa bendición en forma de alguna proteina cerebral.

    Estoy agradecido con algunas partes de mi persona; me mantuvieron vivo. Una de ellas fue ese gusanito que me empuja a escribir historias y compartirlas. Haciendo un examen de mi vida, también me di cuenta que siempre me ha gustado enseñar a otros. Pero la irritabilidad, si acaso, solo sirve para recordarme que estoy vivo, y que la vida es una larga enfermedad. Quizás, si tuviera que definir la vida, diría que es muy semejante al túnel de Felisberto Hernández, ese cuento confuso donde sus personajes andan a oscuras y buscan cosas. He soñado con ese cuento que parece surge de una histeria muy peculiar.

    Me pregunto si el túnel de Felisberto está conectado don el túnel de Sábato.

    También estoy haciendo un ejercicio consciente de registrar instantes de gratitud y de placer. Eso está muy bien, me ayuda a recordar que no soy un gusano haciendo un agujero en un baldío. Doy gracias por esto y por aquello. A veces invento cosas raras para entrar en un estado de gratitud. Por ejemplo, doy gracias por los jaguares y sus hermosos colores; doy gracias por las amibas RESILIENTES del Paleoceno; doy gracias por los creepers de Minecraft porque cuando sesean a mis espaldas, casi me da un paro cardíaco y me da mucha risa, la verdad, morirme por el susto de un videojuego, además uno con esos gráficos tan pinchones, nomá, pero no me parecería nada mal si un videjuego me mata, no, no, está muy bien morirse así.

    Pero si pudiera decidir la causa de mi muerte, preferiría que fuera por alguno de lo placeres, no por algo que me dé un sustito.

    Ojalá.