Cuentos
La feria del cerdo
Mi sexta nariz huele el mar. El olor a sal afecta a una de mis dieciséis extremidades. El temblor del tentáculo es apenas controlable pero es mejor ignorarlo. Si trato de detenerlo entonces terminaré bañado en sudor, en mis propios flujos y el olor podría alertar a los otros. Odio el hedor de la costa, el calor es insoportable, pero siempre ha sido así. Nota mental: consigue un cuchillo para deshacerte de lo que sobra, lo inútil o peligroso del propio cuerpo. Qué mala suerte. Aquí un cuchillo seguramente vale una fortuna.
Lotófago
La vida se ha vuelto más interesante. Echado frente al palacio donde solía vivir, paso mis días revolcándome en la tierra para tratar de quitarme el olor a sal que se ha impregnado en mi piel, a falta de cuidados, a falta de caza. Ya no me extraña, ni me preocupa, que se aparezcan las Parcas. Las hermanas me observan, calladas, jugando con sus materiales, y entonces mi presencia se vuelve incierta. Cierro los ojos esperando despertarme en otro lugar. Todavía no pasa. Me quedan días, horas, no lo sé. Justo ahora que la vida se ha puesto interesante.
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