Corro, corro siempre para escapar de la muerte

28 de diciembre, 2020

  • Distancia: 3.91 kilómetros. 
  • Ruta: Cholula. 
  • Velocidad más rápida: 08:09 min/Km.
  • Total: 3.91 kilómetros. 

Nuevo diario de escritura, hoy se me ocurrió mientras estaba corriendo. Publicaré los domingos en mi blog todo lo que escriba. Quiero contar cosas, quiero rememorar algunas pero inventar otras. Quiero pensar mi pasado, modificarlo. Mientras corría pensaba en puertas o caminos nuevos, pensaba en otros pasillos. Algunas reglas: ningún nombre o género representa la realidad; quince minutos por sesión para ver hasta dónde llego, siempre se anota primero cuánto se corrió y algunas velocidades o datos, también se anota la ruta. Este es un diario donde reúno algunos números y después abro espacio a las memorias. No hay nombres verdaderos. El amor de mi vida se llama Lozano, mi hermana se llama Gertrudis, mi gato se llama Periférico. Pienso que debo eliminar las preocupaciones morales y tirar algunas cartas. También quiero escribir otros diarios: uno de videojuegos y otros de cartas, como las del tarot. Creo que la vida está para contarse, creo que uno tiene la responsabilidad de iluminar el presente y el destino. Correr para mirar alrededor y fijarse lo que se encuentra en el camino. Aunque la ruta es casi siempre la misma, Nico (no quiero cambiar su nombre) siempre encuentra algo maravilloso a través de la nariz y la paciencia: huesos, insectos enormes, hojas caídas y húmedas que huelen delicioso y quiere frotarse contra la espalda. El Mama Juanas (famoso restaurante italiano) siempre es el mismo pero sus trabajadores siempre están cambiando. No han dejado de abrir con todo y pandemia. El fin de semana pasado, algunos polis y la madre gobierno clausuraron un bar; me dio un poco de lástima pero no me gusta ese lugar, me recuerda a gente desesperada, señoras, señores o modelos que luego me invitaban a salir porque era joven y yo les gustaba. Es un verde desesperación muy peculiar, una de las dueñas del bar salía a bailar a la calle para simular que se estaba divirtiendo en plena pandemia. Ignoraba a su hija mientras movía las nalgas embarradas en su falda corta. Nadie está bien pero seguimos vivos. La cosa no es tan terrible, no lo creo así, puedo salir a correr todos los días. No es tan terrible como podría serlo. Corro muy despacio porque creo que lo mío es una carrera de resistencia, no de fuerza o velocidad. Me gusta imaginar mi futuro: seguiré corriendo lo mismo aún cuando tenga setenta años, un poco más o un poco menos, mi respiración habituada a la rutina y a la ceniza del volcán. Intenté escribir esto de corrido pero no pude, la Nico está enfermita y tengo que subirla y bajarla de las escaleras para siempre. Ya está vieja, la espalda siempre le está doliendo. La semana pasada fue muy difícil (y horrible), me costaba trabajo dormir pensando que era hora de ahorrarle el sufrimiento, una inyección como el Killer. Lozano está jugando solo, también Genaro y García. Debería darle nombres a los dragones también, escribir esto como el diario críptico de un loco. ¿Qué son los dragones? Nadie lo sabrá nunca pero, lo más básico, son reptiles con alas que escupen fuego por la boca (¿me acordé de Wilcock?). Hoy cuando salí a correr pensé: memoriza esto, memoriza todo el camino, fíjate en la gente que ves y que topas, búscales la mirada para que después hables de ellos. Hay mucho policía últimamente, pero no dan tanto miedo como la Guardia Nacional. Creo que vi a López-Gatell corriendo en Cholula, o era una persona muy parecida a él. Señores amarillo pikachu salen en su bicicleta todos los días para huir de todas las cuarentenas y pandemias. Corro, corro siempre para escapar de la muerte. Se me ocurre que debería cambiar el sonido de mi temporizador, la campana es aburrida, siempre la misma, siempre-siempre. 

29 de diciembre, 2020

  • Distancia: 4.97 kilómetros. 
  • Ruta: Cholula. 
  • Velocidad más rápida: 09:14 min/Km.
  • Total: 8.88 kilómetros. 
  • Tiempo: 55:19

El cielo es amarillo. Según hoy apliqué un recurso mnemotécnico para no olvidar todo lo que vi: un coche bonito y naranja que, por chaparro, tenía miedo de meterle pata en los topes; un coche blanco con el panda show a todo lo que da y cuyos ocupantes le gritaron a la Marisol de cosas; el cielo se puso amarillo; una mujer policía observaba inopinadamente las calles; un grupo de ciclistas voltearon a vernos y agradablemente todos traían cubrebocas. Luego empecé a olvidar las cosas, me enfoqué en la carrera. Marisol se detuvo a la mitad para tomar una foto y yo me enojé. No es el celular, es cuando lo saca. Probablemente exagero pero me choca la falta de respeto a mis pequeños rituales. Si lo que quiere es salir a pasear para tomar fotos, ¿por qué no lo hace? ¿Por qué hacerlo a la mitad de mi carrera? Ahora bajaré de buenas y ella estará de malas. Qué remedio. Estoy harto de estas pequeñas discusiones. Yo-qué-gano, me dijo cuando le propuse no sacar el celular mientras salíamos a correr. Pos lo que tú quieras, no somos niños, yo pensaría que cuarenta minutos de paz, sin pantallas, es algo que todo ser humano podría apreciar. Pero ella ya estaba punto de tomar la piedra y descalabrarme. Yo qué, ya no te digo nada, así le dije o lo pensé. Vi cómo el cielo oscureció. Hoy saqué un suéter de jerga, podría anotarlo en mis datos mamucos, pero no quiero. Nomás voy a tratar de acordarme de la sudadera que saqué para correr. Quién sabe, quizás en el futuro, si me he ganado la vejez y el demasiado ocio, podré sacar una sarta de datos interesantes y sumamente inútiles de todas mis pequeñas carreras. Sé que no corro muy rápido, sé que troto o que camino. Para mí eso está bien, pero a veces se me antoja correr muy rápido, como cuando era niño. Hoy subí así la última pendiente: rapidísimo, sentí que volaba, que mis pies eran muy sanos, que mi cuerpo jamás había tenido cáncer, que era invencible e inmortal, sin miedo a paros cardiacos o respiratorios. Luego me doy esos regalazos padres. Pensé también en que deseo a Otelo, es un muchacho muy guapo, sí me lo voy a echar. No todo lo escrito aquí debe ser verdad, los nombres no deben ser correctos y los sentimientos expresados no tienen por qué ser reales. Cuando corro invento muchas cosas. 

30 de diciembre, 2020

  • Distancia: 4.81 kilómetros. 
  • Ruta: Cholula. 
  • Velocidad más rápida: 08:18  min/Km.
  • Total: 13.69 kilómetros. 
  • Tiempo: 49:05
  • Sudadera: Joker Thunder y gorro negro. 

Ayer un auto se metió en sentido contrario, lo cual es comprensible, pues cambiaron el sentido de la calle hace un par de años así como también es comprensible que pudo matar a alguien. Iba rapidito, como esas gentes que nacen con prisa. Un rato lo vi luchar contracorriente contra los autos contrarios, estorbando neciamente, como si fuera uno de esos cabrones que tienen la razón en todo. Lo que más me sorprendió es que nadie le pitó, al contrario, la gente que iba en el sentido correcto parecía tenerle mucha paciencia al auto rojo. Se hacían a un lado o bajaban la velocidad para mantenerse con firmeza en el lado correcto de las cosas. Entonces pareció despertarse de su sueño, se metió a una rampa para darse la vuelta y arrancarse para el otro lado. No escribí de este detalle por mi pelea con Jacinto, la cual cambió todo el propósito y el ritmo de la corrida. Quizás escribir este diario me enseña lo importante que es mantener el flujo, cómo el ritmo permanece en el cerebro y las sensaciones, así como una percepción aguda de las cosas que se quedan. Hoy traté de memorizar algunos rostros pero no lo hice muy bien, estaba más ocupado pensando en las posibilidades: ¿qué se hace con el diario de un corredor? ¿Se escriben cuentos, novelas? ¿Puedo inventar que estoy corriendo en un planeta lejano de dos soles y dieciséis lunas? ¿Puedo hablar de la gravedad o inventarme la física de la tracción? (Eso último dudo que tenga sentido. La física no se inventa, ahí está, amigo, pero por eso reprobé física mil veces). También traté de contar cuanta gente no traía cubrebocas, o barbijos, quizás empezaré a llamarle barbijos, pero no fueron muchos. Conté quizás tres o cuatro, uno de ellos era un borracho en bicicleta, su perrito iba atrás de él y gritó algo así como: “¡Viva el América!” cuando pasó junto a nosotros. Recuerdo a una señora que tenía cejas como faraona, un microblading preciso, esas cejas a mí me parecen como de payaso erótico, una máscara para que las felatrices siempre tengan cara de sorpresa antes de metérselo a la boca y complacer al portador de los genitales, independientemente de su tamaño, textura, grosor o apertura. No lo critico, creo que los mundos del placer ya son muy variados y muy interesantes, un sinfín de fantasías que se nos presentan como opciones en el tinder, o en el twitter, o cualquier algoritmo de caprichos. La señora no era fea, tenía bonitos ojos y con el cubrebocas, oh la lá, fantasía completada. Hoy usé la sudadera del Joker Thunder, no lo voy a poner allá arriba, me niego a guardar un dato más, pero quizás lo haga la próxima vez. Puedo hacer la broma, y una vez hecha la broma, se abre la puerta y luego el huésped se queda. Pensamiento trillado: la vida es una broma. Hoy nos saludó Dos Labrador, un hombre que siempre usa un aparato auditivo y sale a pasear con su camada. Jamás he visto que les ponga correa, deja que sean libres y caminen a su lado. Sus perritos no son agresivos, han saludado a mi Nico más de una vez (ella es feliz cuando se los encuentra, mueve la cola, se da la vuelta y se echa a correr como diciendo: “¡vamos, vamos todos a una aventura!”).